
NOTA DE PRENSA DE LA COMUNIÓN TRADICIONALISTA CARLISTA
UN SISTEMA CORRUPTO
(10/6/25. NOTA DE PRENSA) – Pedro Sánchez puede manipular las instituciones a su antojo y ponerlas al servicio de los enemigos de España porque un día fue presentado por la propaganda como la honradez personificada que venía para poner fin a la corrupción de los otros. Ahora, siete años después, en un previsible movimiento pendular, es Sánchez (y su familia) quien se ha convertido en el blanco de todas las críticas, como si fuera nuestro único problema. El mismo cuento de siempre con distintos personajes.
El sistema de la dictadura partitocrática que padecemos, tal como fue diseñado en la Transición, funciona de esta manera: la propaganda oculta la historia de los hechos recientes; cada noticia tapa la del escándalo anterior; los fanáticos de cada partido son programados para dolerse solamente de las corruptelas de sus adversarios. De esta forma la corrupción se perpetúa porque si todos son corruptos al final nadie es corrupto. La corrupción se enquista y se institucionaliza.
Los carlistas, llevamos casi 200 años señalando los males del sistema liberal y la trampa del partidismo. Un sistema que nació para aniquilar a la verdadera España utilizando la mentira como herramienta destructiva. La corrupción en España no es una anomalía de Sánchez, no es cosa de la actual mafia socialista, no es una característica exclusiva ni del PP ni del PSOE. Es la gasolina que necesita el sistema para seguir funcionando. Para disponer de una casta obediente a los siniestros dictados globalistas; para mantener un entramado de chiringuitos y de estómagos agradecidos; para secuestrar con un relato propagandístico sesgado la voluntad de millones de votantes cuya conclusión práctica es: “sí, son corruptos, pero son nuestros corruptos”.
Siempre ha habido corrupción, personas que enfrentadas a la ocasión propicia han sucumbido a la tentación del dinero fácil o de una vida cómoda. Sería importante recuperar instituciones clásicas de nuestra tradición política como el juicio de residencia o el mandato imperativo. El problema de la modernidad, el que generaron las revoluciones liberales, es sin embargo más profundo porque al desligar la economía de la moral justificaron e institucionalizaron el engaño, el abuso al débil y el robo. Además, por encima de los casos individuales, los partidos políticos, por su propia estructura, se han convertido a menudo en auténticas bandas más preocupadas por defender a los suyos que al bien común.
La lucha contra la corrupción de los poderosos no puede pues limitarse a perseguir las últimas consecuencias, los últimos escándalos. Ha de ser una lucha constante y estar dirigida a combatir las raíces mismas del problema:
- Es preciso limitar el poder excesivo del estado; hacer que la política vuelva a ocuparse de lo suyo y liberar a los cuerpos sociales naturales de las garras de una administración desmesurada.
- Hay que eliminar la misma idea de partido político. Los partidos podrían constituirse de forma coyuntural en torno a asuntos puntuales y opinables, pero no para dividir de forma institucionalizada la vida política.
- Hay que devolver a los tribunales su independencia para que en nombre del rey (legítimo) y al servicio de la Justicia puedan someter a todos a la ley.
- Por último, cualquier esfuerzo será inútil si no viene acompañado de una regeneración moral de España. Una vuelta a nuestras raíces católicas que son las únicas que, en última instancia, pueden ayudar al establecimiento de un buen gobierno.
Junta de Gobierno de la Comunión Tradicionalista Carlista