Razones para ser carlista

 

1- Objeciones sobre la antigüedad o ineficacia del Carlismo

El carlismo es algo muy antiguo
Sí. El carlismo es antiguo como la música clásica, los monumentos nacionales, la boina, los juegos olímpicos, la romería del Rocío o la tortilla de patata. Y tambié es antiguo como el liberalismo, el marxismo, el PSOE, los pantalones vaqueros o los tipos con pendiente. Antiguo no quiere decir ni bueno, ni malo.
El carlismo está pasado de moda
El carlismo nunca estuvo de moda. Porque moda es lo que pasa de moda. El carlismo es lo que es y si tiene que triunfar no será mediante el engaño o el borreguismo superficial de la moda. La Comunión no es un partido «encuestista» de esos que primero sondea los anhelos que pueden ilusionar a la sociedad y luego los incluye en su programa aunque sean contradictorios unos con otros.
El carlismo está fuera de época
El carlismo son los carlistas. Los carlistas podremos ser pocos, pero estamos tan vivos como nuestros enemigos. Asi pues, la época de los carlistas vivos es esta, la presente. Por eso cuando presentamos soluciones lo hacemos pensando en el mundo de hoy.
El carlismo es un conjunto de perdedores
Si el triunfo o el fracaso consisten en la conquista del poder político el carlismo es, por ahora, un movimiento perdedor. Sin embargo a pesar de la derrota militar, el carlismo ha influido en la realidad española más de lo que reconoce la doctrina liberal oficial. ¿Cómo sería hoy España si no hubiera existido el carlismo?
El carlismo ya triunfó cuando Franco.
Falso. El carlismo fue utilizado por Franco. El decreto de unificación con Falange fue una operación hecha desde arriba sin contar con la dirección de la Comunión. Fal Conde, jefe delegado, fue condenado a muerte y luego exiliado. En cuanto a si los principios carlistas triunfaron o no, y en qué medida, habría mucho que discutir.
El carlismo va contra el mundo moderno.
El mundo moderno va contra la monarquía tradicional, contra la concepción cristiana de persona y de familia, contra la utilización racional, ecológica y sostenible de los recursos naturales, contra la estabilidad psicológica de la gente, contra la inocencia de los niños, contra la feminidad de las mujeres, contra la virilidad de los hombres, contra la espiritualidad y la religión, contra la moralidad y el buen gusto de las costumbres, contra el respeto que se merecen los mayores, contra las entidades sociales anteriores a los estados-nación, contra las ballenas y la diversidad biológica… también va contra el carlismo.
El carlismo no tiene sentido en el mundo moderno.
El carlismo tiene mucho sentido en el mundo moderno precisamente porque se opone a él.
Los carlistas son enemigos de la evolución natural de las cosas.
No, hombre, nosotros no nos oponemos por principio a la evolución de todas las cosas. Lo que pasa es que hay evoluciones y evoluciones. Por ejemplo, la corrupción de los cadáveres ¿no es una evolución natural de las cosas?

2- Objeciones sobre los mismos Carlistas

Los carlistas son unos fanáticos
Un fanático es alguien que no razona, o que es puro sentimiento, y si razona, lo hace por libre. Pero el carlista, por definición, tiene poderosas razones en las que apoyarse. Son razones que él asume con total libertad, pero que le limitan y moderan en sus ímpetus porque le vienen dadas.
Los carlistas son revolucionarios
– Todo lo contrario. El carlismo es un movimiento contrarrevolucionario. Es decir contrario a la revolución, no es partidario de otra revolución que «desrevolucione» lo que se ha revolucionado.
El Carlismo es sólo para hombres. No hay mujeres. Es machista.
Falso. Lo que apartó a la mujer de la vida pública fue la revolución liberal. La «mujer objeto» nace en la sociedad liberal. En la Europa cristiana pre-liberal existieron reinas de verdad (no comparables con Isabel II, que fue una «reina objeto») y el derecho a voto no era voto masculino, sino voto familiar. El sufragio universal no es instaura en España hasta 1934 y fuimos los carlistas los primeros en pedirlo.
Los carlistas son violentos
Decir que la violencia de las guerras carlistas es culpa de los carlistas es como decir que la violencia de las guerras indias de Norteamérica es culpa de los sioux. La violencia de las guerras civiles de los siglos XIX y XX fue causada y sufrida por todos los españoles cualquiera que fuese su forma de pensar. A pesar de eso, y sin renegar del pasado épico de los voluntarios carlistas, el carlismo merecería el premio Nobel de la Paz. Porque aunque los voluntarios carlistas se enfrentaron en la guerra, lo hicieron siempre de forma abierta e incluso caballeresca. No han sido los carlistas quienes han promovido el terrorismo, ni el golpismo de Estado, ni la pena de muerte, ni los campos de concentración, ni el aborto, ni el cine violento, ni las cámaras de gas, ni el bombardeo indiscriminado, ni la bomba atómica…
Los carlistas están divididos y por lo tanto son ineficaces
En primer lugar los integrantes de la Comunión Tradicionalista Carlista no estamos divididos. Tratamos de trabajar todos juntos en una misma dirección porque pensamos que sólamente las organizaciones compactas, disciplinadas y unidas pueden hacer cosas con coherencia y cierta eficacia. Una organización pequeña y coherente puede hacer mucho más que una grante -o no tan grande- llena de incoherencias. Fuera de la CTC hay simpatizantes que van por libre y que colaboran o no con nuestra organización puntualmente. También hay otras organizaciones que proclaman su fidelidad a los principios del carlismo. Y otras más -pocas- con las que compartimos un mínimo común respecto «a la patria, la familia, la religión, la moral», etc. Nosotros nunca negamos el carlismo de nadie. Ni somos nadie para poner o quitar etiquetas de validez a nadie. No estamos enfrentados a ninguna otra organización. En ese sentido no estamos divididos ni fomentamos ninguna división. Es más: estamos abiertos a colaboraciones puntuales y estamos trabajando desde hace algún tiempo para que algún día sea posible una gran plataforma de políticos decentes. El problema es que para que se unan unas partes tendrán primero que existir esas partes ¿no? En definitiva, que no estamos divididos, lo que estamos haciendo es ocuparnos de nuestra parte.
Los carlistas dicen grandes palabras, pero no concretan nada.
El talante carlista contrasta enormemente con la política de los liberales que consiste en concretarlo todo de manera enfermiza. Los políticos del sistema liberal hacen leyes como churros. Porque quieren regularlo todo, normalizarlo todo, codificarlo todo. Son unos locos que han colocado las pequeñas cosas triviales en el lugar que correspondía a las trascendentes y vitales. Como carlistas defendemos la libertad tanto que nuestra intención es que la gente use de esa libertad y opine en libertad y discrepe en libertad. Los carlistas estamos de acuerdo en lo fundamental y luego podemos discrepar en mil cosas. En cambio los miembros de los partidos liberales se ven obligados a defender una cuestión opinable y luego pueden discrepar sobre lo fundamental. Primero acuerdan repartir mil pesetas de subvenwción a cada familia y luego discuten sobre qué es una familia.

3- Objeciones sobre la presunta intolerancia del Carlismo

Los carlistas son intolerantes
Todos los seres humanos son intolerantes hacia algo. Todos somos capaces de imaginar cosas intolerables. Lo que nos diferencia es dónde ponemos el límite de lo tolerable. Yo, por ejemplo, no tolero que insulten a mi madre. A algunos parece que hasta les gusta.
No respetáis la libertad de conciencia. Quereis imponer vuestras ideas.
Quienes merecen siempre respeto son las personas. Pero no todas las ideas son igualmente respetables. Hay ideas que se refieren a cuestiones opinables y discutibles. Pero cuando las ideas entran en la categoría de lo verdadero y lo falso entonces existe el deber moral de defender las verdaderas y atacar las falsas.
El carlismo es absolutista.
Falso. El heredero político del absolutismo ilustrado es el liberalismo. La soberanía absoluta de los reyes absolutos del siglo XVIII es la misma que la que se atribuyen actualmente los parlamentos absolutos en nombre de una soberanía nacional también absoluta.
Hoy el discriminar el acceso a una organización política por razon de raza sexo o religión, está en contradicción con la Carta de Derechos Humanos.
¿Es discriminatorio que un zulú no pueda afiliarse a una asociación gitana? ¿Es discriminatorio que un hombre no pueda pertenecer a una asociación de viudas? ¿Es discriminatorio que no se permita a un musulmán ingresar en un seminario? Entonces… ¿por qué va a ser discriminatorio prohibir que un no-católico acceda a una asociación católica como es la Comunión Tradicionalista Carlista?
No es bueno que haya asociaciones políticas formadas exclusivamente por católicos.
¿No es bueno que un grupo de católicos con vocación política trabajen juntos? La existencia de asociaciones u organizaciones o partidos políticos de católicos no impide que además se pueda llegar a acuerdos puntuales con los no católicos en busca del bien común.
El Carlismo ha sido siempre enemigo de la libertad.
El liberalismo ensalza a la libertad como a una diosa. Pero prohibe su ejercicio como si fuera un sacrilegio. En cambio el Carlismo ha sido siempre amigo de usar la libertad y enemigo de conservarla en una vitrina intocable. En uso de su libertad, los carlistas han sido capaces de organizar al menos en cuatro ocasiones una sublevación general armada contra el gobierno. ¡Hay que ser muy libre para hacer eso!
Es una vergüenza que los carlistas no respeten la democracia.
Es que ni esto es verdadera democracia, ni está tan consolidada como parece. ¿Qué pasaría con esta «maravillosa» democracia si no existiera la ETA? La pregunta tiene más miga de lo que parece.

4- Objeciones sobre religión y Carlismo

Los carlistas son teocráticos
Somos teocéntricos, porque sabemos que Dios es el centro de todo, pero no somos teocráticos porque creemos que los hombres son libres incluso hasta para desobedecer al que es el Centro de todo.
Los carlistas mezclan política con religión
Al revés. Nosotros creemos que la política es mucho menos importante que la religión, así que no mezclamos sino que subordinamos aquélla a ésta. Los que mezclan y confunden las cosas son los que hacen de la democracia de partidos un dogma indiscutible, o los que adoran a su nación por encima de todo, o los que sacrifican su vida por una ideología, o los que venden su alma al Diablo con tal que la economía crezca. Los que viven como si Dios no existiera creen que el cielo se tiene que encontrar en este mundo. Por eso mezclan todo. Nosotros distinguimos perfectamente entre las cosas temporales, como la política, y las eternas, como Dios y el amor que El nos tiene.
El carlismo compromete la tarea evangelizadora de la Iglesia
El carlismo es un movimiento de laicos que actuan como católicos en el ámbito político bajo su exclusiva responsabilidad. ¿No habrá sido más comprometedor el papel de una democracia cristiana que, nacida y mantenida a la sombra de la Iglesia, ha sido incapaz de crear instituciones cristianas?
La Confesionalidad está pasada de moda. La Iglesia ya no la defiende.
Falso. La confesionalidad de las instituciones es un bien que debe ser reconocido como tal por todo católico. Un cristiano que no tenga la aspiración de que su comunidad reconozca a Dios como Señor es un hereje.
De todas formas antes de hablar de ello hay que aclarar bien qué se entiende por confesionalidad.
No es necesario que exista una opción política que defienda a Dios
Efectivamente, Dios puede pasar sin nuestra ayuda. Pero es que si nosotros invocamos a Dios en nuestro lema no es para defenderle nosotros a él, sino para que sea Su Divina Omnipotencia la que nos guarde. Le invocamos para que nos ayude a los carlistas a defender a la sociedad de la tiranía y la injusticia. Para que sepamos defender a las personas, especialmente a los más débiles.

5- Objeciones sobre la monarquía tradicional

La monarquía tradicional es absolutista
Un rey tradicional para ser rey, debe jurar antes las leyes, renovando así el pacto con el pueblo. Y tiene además el límite clarísimo de la Ley de Dios que no puede en ningún caso transgredir. Su poder está pues limitado, por arriba y por abajo. En cambio un parlamento liberal, al divinizar la voluntad humana según la soberanía popular puede dictar de forma absoluta las leyes más absurdas. Por lo tanto es más absoluto el poder de un parlamento moderno que el de un rey tradicional.
La monarquía tradicional es un sistema tiránico
En el modelo de monarquía tradicional el rey tiene la soberanía política, pero no pretende, además, tener la soberanía social. No trata de ser a la vez director y representante del pueblo. En cambio en el sistema liberal los partidos que ganan las elecciones son quienes gobiernan y son, a la vez, quienes controlan a su mismo gobierno. ¿Quién es aquí el tirano?
No tenéis rey.
Tú tampoco. Actualmente esa magistratura del estado que llaman rey tiene unas funciones que nada tienen que ver con el origen etimológico de la palabra «rey» que viene de «regir», «gobernar». España no es una verdadera monarquía. Es una república partitocrática coronada.
Es absurdo que seáis monárquicos y no tengáis un rey
Más absurdo es ser republicano y tener un rey. O ser fascista y no tener un líder carismático. Además un rey no se puede fabricar así como así. Los carlistas estamos legitimados para defender los derechos de una dinastía, pero no para inaugurar una nueva. Eso es cosa de todos los españoles, no sólo de los carlistas.
¿Por qué el carlismo no reconoce a don Juan Carlos como rey?
Porque afirma que es sucesor de una familia usurpadora. Porque don Juan Carlos fue nombrado «a dedo» por el general Franco. Porque don Juan Carlos no gobierna.
La idea de patria de los carlistas es romántica, medieval y trasnochada
La idea de patria ha cambiado con la historia y se amplia o se transforma con los inventos tecnológicos. En otros tiempos el ámbito territorial por el que uno sentía apego solía ser un espacio homogéneo o continuo. Hoy los medios de transporte, las autovías, el avión, posibilitan «saltos» en el espacio. Posiblemente un ejecutivo barcelonés conozca mejor Madrid que cualquier pueblo de la Cataluña profunda. Y, en cierto modo, es más madrileño que «viguetá». La idea de Patria del carlismo se adapta mejor a esta realidad que la de cualquier nacionalista porque no es nacionalista sino realista. Lo que está en crisis, como no podía ser menos, es la ideología nacionalista, ese amor desordenado hacia una idea artificial de no el patriotismo católico (universal) entendido como amor hacia la comunidad de la que realmente se forma parte.

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