Reproducimos a continuación, por su innegable interés, el artículo que en el portal Infocatólica escribió Luis Fernando Pérez, su director, a raíz de la entrevista que Javier Garisoain, Secretario General de la Junta de Gobierno de la CTC, concedió a dicho medio y que reprodujimos en este mismo sitio hace unos días. Interesantes reflexiones -y muy convenientes precisamente ahora por la proximidad de las próximas elcciones generales en España- que compartimos con los lectores de nuestro blog. El artículo original puede leerse en este enlace: http://infocatolica.com/blog/coradcor.php/1110181022-huerfanos-ante-las-urnas
HUERFANOS ANTE LAS URNAS
De la entrevista que nos ha concedido al secretario general de la Comunión Tradicionalista Carlista caben deducir varias cosas. La primera de todas, se confirma lo que vengo diciendo desde hace tiempo. El voto católico en España no existe. Es el resultado de décadas de dejación por parte de la Iglesia en España -obispos, sacerdotes, religiosos y seglares-, que ha renunciado a que haya opciones políticas que defiendan su modelo de sociedad allá donde se hacen las leyes que marcarán, precisamente, el tipo de sociedad de la España del siglo XXI. La caída a plomo de la práctica religiosa en este país es un chiste comparado con la caída al abismo de la influencia de la cosmovisión católica en los partidos políticos con representación parlamentaria. El sistema partitocrático hace que los pocos políticos realmente católicos no pinten nada. Y eso no va a cambiar. Sigue leyendo
habla en precampaña electoral y ahora resulta que todos los políticos pugnan por haber sido los descubridores de la pólvora. Todos se congratulan de haber vencido al monstruo terrorista y todos tratan de apuntarse el tanto de ese “logro imposible” que tanta sangre española ha derramado desde hace cincuenta años. Todos se felicitan, todos se vanaglorian y todos se contemplan sus propios ombligos, brillantes y relucientes, desde que en la tarde del pasado jueves, la panda de criminales anunciase el “cese definitivo de su actividad armada”.
Desde que la terminología eufemística del aparato liberal comenzó a rodar por el territorio patrio, nada es nada y todo puede ser perfectamente cualquier cosa sin temor a caer en el mayor de los absurdos y sin caer en el riesgo de desvirtuar el idioma español, la celebración de efemérides y los conceptos más concretos. El problema es que siempre se tratan de desvirtuar conceptos y efemérides de marcado carácter hispánico con la finalidad de arrancar de cuajo su significado religioso o tradicional. Es, por ejemplo, lo que le pasa al llamado “puente de la Constitución”, que siempre se llamó “Puente de la Inmaculada”, a la Navidad que algunos tratan de renombrar con la cursilería de “solsticio de invierno” ó a la Semana Santa y la Feria que ahora llaman “fiestas primaverales”. El día de Todos los Santos ya no se llama así. Ahora es Halloween y le metemos en la cabeza a los niños ideas absurdas de brujas, monstruos y calabazas en lugar de fomentar la veneración que le debemos a nuestros difuntos. Ahora el día de la Epifanía, tan esperado por todos los niños con la llegada de los Reyes Magos de Oriente, se ha quedado tan sólo en el día final del “solsticio de invierno” relegando así a Sus Majestades al olvido en beneficio del simpático engendro coloradote de la Coca-Cola. Si esto es así ahora, no digamos cuando la CEOE consiga, (como así es su proyecto), trasladar las festividades del almanaque a los viernes ó a los lunes a favor de no sé qué solución alternativa a la crisis…
El pasado Sábado, día 1 de Octubre, y dentro del programa de actividades organizado por la Junta Regional de la C.T.C. en Andalucía, se celebró una Marcha Carlista de 15 km. desde la localidad de Almonte (Huelva) hasta la ermita de Ntra. Sra. del Rocío a la que acudimos en peregrinación cerca de 50 personas, entre jóvenes y adultos. Se dejó muy claro a los participantes que no se trataba de “pasar un día de campo” ni de una “excursión”, sino que se trataba de una Marcha organizada al modo de las antiguas marchas organizadas por el Requeté de Sevilla, para lo cual los participantes debían de llevar los emblemas de la Comunión, (banderas y boinas) para que se nos viera bien por todos los lugares por donde pasásemos. Y se nos vio, ¡Vaya que se nos vio…!.