Vistas las cosas -digamos- con tranquilidad y al cabo de los años, la conclusión que sacamos es que Manuel Fal Conde tenía razón, mucha razón.
No pocos le acusaron de excesiva intransigencia y maximalismo en cuanto a su confrontación con el régimen franquista, una acusación que tampoco escapó a algunos de nuestras propias filas. Y es bueno aclarar que D. Manuel nunca fue un “maximalista”. ¡Je! Si hubiera sido maximalista, el carlismo no se hubiera sumado al Alzamiento del 18 de julio. Ya hacía años que, viendo el rápido devenir de la criminosa y mediocre II República, S.M.C. Jaime III había dicho que sus huestes se tenían que sumar, así fuera en última fila, a la irrenunciable defensa de la religión católica. Con ese espíritu, y con el amoroso ardor a la patria española empezando por el rojo y gualda de su bandera, Fal Conde, como político de primera línea, fue el organizador del gran “partido civil” que renombró a la contienda como Cruzada, mientras que no pocos militares querían una transitoria dictadura republicana. Esa defensa acendrada de la España genuina cimentada en la cruz fue abanderada por el carlismo. No por “exclusivismo”, y que se comprenda esto: Cuando el carlismo levanta los símbolos tradicionales, no es que se los quiera “apropiar”…. ¡¡No tenemos mentalidad totalitaria de partido!! Al contrario, de muchas cosas nuestras sí que se han apropiado, incluido el anterior régimen que quitó tanto patrimonio a la Comunión. Nosotros, como tradicionalistas, lo que queremos es compartir, y por supuesto, que no se pierdan. Que es lo que podría haber pasado, de no haber sido por gente como Fal Conde, el cual fue un gran líder interclasista andaluz, caballero que lo mismo comía con príncipes austríacos que con gitanos. Sigue leyendo