El ejemplo de Hungría

En esta Torre de Babel libertaria que es Europa desde que dejó de llamarse Europa para pasar a llamarse Unión Europea, nos encontramos con que, como dijo en su día Alfonso Guerra, “el que se mueve no sale en la foto”. Quiero decir con ello que el formar parte de esa Unión Europea, (que de verdadera unión tiene lo que yo de liberal…), conlleva el pago de un precio y un moderno vasallaje de cada país con respecto a la moderna entidad globalizante. Este vasallaje lleva a los países integrantes, (por lo menos a España, que si fuéramos franceses ó alemanes, otro gallo cantaría), a la renuncia expresa de gran parte de sus tradiciones, de su sistema económico, de su producción agraria, de su modo de vida y de sus costumbres. Dentro de todo eso, como es lógico, la Religión no se libra de la quema… Todo en Europa se ha convertido en una auténtica mescolanza amorfa alimentada por unos ideales abstractos y ajenos a cada país en la que, o te zambulles de lleno, ó dejas de ser “europeo”. Como es lógico en esta asquerosa época en que vivimos, todos los países se han arrojado de bruces y sin red en esta pestilente piscina por temor a quedarse “fuera de Europa”.

Pero “héteme aquí” que a esta modernísima y brillante Europa le ha salido una verruga en toda la punta de su nariz. En este proyecto europeizante no caben sentimientos patrióticos. Las Patrias ya no existen. Sólo existe la piscina putrefacta europea. Tampoco existen las verdaderas Monarquías. Hoy los reyes son peleles que a la voz de su amo libertario, se limitan a firmar cuanto se le pone por delante so pena de ser derrocados de sus tronos de paja. Para no existir, ya no quieren que exista ni Dios. El laicismo es la religión de la nueva Europa. Pero, mire usted por donde, a esta nueva Barbie light, atea, apátrida, masona, brillante, tolerante, dialogante y aberrante le ha salido una verruga donde menos podría figurarse: en uno de los antiguos países satélites de la Unión Soviética. ¡Toma castaña!. Sigue leyendo