Las orejas al lobo

De todos es conocido que la Misericordia de Dios es infinita. Que Dios, en Su infinita Bondad perdona siempre a quienes acuden a Él arrepentidos y deseosos de redimir sus faltas y pecados. También, por otra parte, es conocido que muchos de los mayores tiranos, asesinos y delincuentes que a lo largo de sus vidas cometieron las mayores fechorías y barrabasadas, cuando llega la hora de la muerte suelen mirar hacia arriba esperando el perdón Divino en un gesto de desesperación y de arrepentimiento ante la cercanía de un infierno que, ahora sí, ven cada vez más cercano.

Desde aquél Dimas que en la cruz rogó a Jesucristo que se acordase de él a la hora de llegar al Paraíso hasta, (eso dicen…), el arrepentimiento de una Dolores Ibárruri que en su lecho de muerte pidió un confesor para ponerse a bien con Dios, muchos han sido los que, viéndole las orejas al lobo al sentir cercana la guadaña, han querido expiar sus pecados en sus últimas horas. Y de la misma forma que Jesús le abrió las puertas del Paraíso al buen ladrón, no nos cabe duda de que, a pesar de todos los dislates cometidos a lo largo de sus vidas, muchos habrán sido los que habrán alcanzado el perdón en el último momento. Sigue leyendo