Modas liberales (VI)

Que la doctrina liberal es esencialmente atea poca duda admite. No obstante, los liberales, en sus repipis contradicciones, van a intentar servirse de la religión como un elemento exterior “culturalista”. Por eso, no es extraño que los liberales intenten hacerse perdonar leyendo la basura del código Da Vinci y luego sean los primeros empeñados en pasearse por las cofradías en Semana Santa, o en el Rocío, o en cualquier festividad católica, bien relucidos y engominados de cara al público. Es como aquellos que en el siglo XIX se dejaban ver en Misa después de haber subastado en plan compadre fincas desamortizadas acordadas en la logia.

Los liberales nos acusan de querer “politizar a la Iglesia”, es decir, nos pretenden endilgar lo que ellos llevan haciendo desde que manipularon las Cortes de Cádiz. Luego vendrá la “política de sacristía” de los democristianos, que consideran a la democracia revolucionaria como una especie de instrumento sacralizado que durará hasta el fin de los tiempos sin más razón que su iluminismo sectario. Siempre han querido que la Iglesia fuera un instrumento al servicio de su Revolución, por eso nunca dejaron de admirar las “iglesias” nacionales de los protestantes; para encima querer darnos lecciones de “pureza primitiva”.

Como vemos, las modas liberales no son si no estrambóticas síntesis de errores bastante anquilosados. Por la contra, combatir con fe y razón constituye nuestro ser.

 

 

Marquês de Almedina