Carrillo "In memoriam"

Es frecuente, que cuando fallece una buena persona, especialmente si es de manera trágica, los creyentes se pregunten ¿por qué lo has permitido Dios mío?

Sensu contrario, la plácida muerte de Carrillo, que en justicia debería haber muerto ocho mil veces antes en el garrote vil, nos hace formularnos la misma pregunta.

Al poco tiempo de su regreso a España, aunque gozaba secretamente de la alta protección de algún encumbrado amigo, El Àlcázar publicó este terrible testimonio sobre las fechorías de la "Hiena Roja".
 

Naturalmente D. Santiago no se querelló contra el periódico por difamación, pues todavía existían testigos directos, que aunque ya no podían serlo de cargo por haber prescrito el genocidio de Paracuellos, pondrían en dificultades a sus "encumbrados amigos" y al cometido que estos pensaban asignarle. Sigue leyendo

La habilidad de la izquierda

Reconozcamos una cosa: La izquierda tiene habilidad. Sobre todo para la mentira. La derecha no se queda atrás, pero el rojerío tiene, mmm, cómo decirlo…Arte dramático. El humorista Aznar solía contar el chiste de que España iba bien. La izquierda en cambio es un poquito más sofisticadilla. Una de sus principales habilidades reside en vendernos a abyectos criminales como estandartes de paz y libertad. Ernesto Guevara de la Serna, de origen bien burgués, es todo un clásico. En la Piel de Toro tenemos a un tal Santiago Carrillo paseado cual mono de feria desde la belle epoque transicionista. En su día fue un vampiro cruel que se sació cobardemente con la sangre de muchos inocentes; su draculina actitud no ha cambiado, solo que ahora prefiere llevarse el dinero de todos y aplaudir a otros que practican algo parecido a lo que él hizo, como por ejemplo los infanticidas.

Hay quien dice que para mentir hace falta uno que mienta y otro que escuche. La izquierda no sólo tiene quien escuche, sino quien la aplauda conservando intactas todas sus iniquidades. Algunos la llaman derecha. En España hablamos más de Partido Popular. Hijos de la misma madre al fin y al cabo: Mamá Revolución.

Marquês de Almedina