A Dios gracias que pasó el 28 de febrero, día que me trae de cabeza desde la más tierna infancia, cuando me obligaban en el colegio a hacer un pseudodesfile con aquellas banderitas islamófilas. Nunca me he sentido a gusto con esa artificiosa imposición. No ha sido la Andalucía que yo he visto tan bien reflejada en su gente, como por ejemplo en dos arquetipos de caballeros que un tuvo la suerte de conocer -entre tantos otros que no se me enfaden-; a dos que para más señas, eran carlistas: Aurelio Barrau y Domingo Fal-Conde. ¡Qué buen recuerdo tengo de ambos! Ejemplos de gente noble, dispuesta, diligente, comprometida, animosa, alegre. Y sin embargo, ni Domingo ni Aurelio tuvieron infancias fáciles, sabiendo, como se decía en el Requeté, que se ganó la guerra pero se perdió la paz.
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28-F. Día de Andalucía
Confieso que no tenía intención de escribir sobre este tema. Es un asunto sobre el cual siempre he sido bastante aséptico, pero esta mañana ha pasado por la esquina de mi casa la manifestación reivindicativo-izquierdosa conmemorativa del dichoso día 28 de Febrero y, al final del día y tras meditarlo mucho, no he podido reprimirme. Ruego me perdonen, pero la imagen de una muchedumbre enaltecida enarbolando banderas republicanas, banderas del Ché Guevara, banderas comunistas con la hoz y el martillo, la participación de cinco camiones con las bateas llenas de gente vociferante lanzando consignas contra la Patria y contra la Iglesia al más puro estilo de los años 30 y el uso de de emblemas separatistas con la participación de alguna que otra ikurriña, me ha empujado sin remedio a sentarme delante del ordenador para desahogarme. Sigue leyendo
Modas liberales (I)
Decía un correligionario en este cuaderno de bitácora del carlismo andaluz que Blas Infante y su esperpéntica “doctrina” no debería ser objeto de nuestra atención. Vive Dios que tiene razón. Mas así como es cierto que muy poco ha calado, también es cierto que si día de hoy uno muestra lógica repugnancia frente al trapo de regusto islamista con el ridículo escudo del domador que pisotea el blasón gaditano, automáticamente es tachado de “antiandaluz” por tirios y troyanos. Y un servidor, por cuyas venas fluye sangre del Aljarafe, la Campiña y la Sierra Sur desde sus más remotos tatarabuelos, está ya hasta allí donde dijimos de eso.
Pulula por los liberales una moda, sobre todo de algunos que escriben en “ABC”: Balbucear que Blas Infante fue un “hombre bueno”, algo muy en boga de Manuel Pimentel, el ex ministro de Aznar. Curioso es que el pueblo andaluz en su día no se diera cuenta de la unánime bondad del susodicho, pues nuestro paisanaje jamás le mostró ni la más mínima adhesión. ¡Cosas de la memoria histórica! No son malos escritores, pero caen en estultas modas profiriendo consignas huecas sin la más mínima reflexión. Sigue leyendo
A vueltas con Blas Infante
El pasado día 5 del presente mes, la parafernalia oficial andalucista representada por los principales partidos políticos se reunió en el Parlamento autonómico para volver a glosar la figura del notario separatista. Como “celebrar” la efemérides de su muerte el día 10 de agosto viene muy mal porque los políticos están de vacaciones, ellos mismos, (los políticos), decidieron que este año sería más conveniente hacerlo en el mes de julio para que no se les acorten sus días de asueto.
Al parecer acudieron representantes del PSOE, del PP y de IU que, más que recordar la figura del difunto, arrimaron el ascua a sus respectivas sardinas en cada alocución. Así, el PSOE hizo una defensa del Plan de Empleo Rural, el PP hizo una auténtica melopea sobre el servilismo autonómico frente al centralismo e IU aprovechó para reivindicar el federalismo y la lucha de clases. Incluso algún extremista de IU cantó el himno del difunto con el puño en alto. ¿Es raro este tipo de celebración?. Evidentemente no, por muchas razones:
Primera: El tributo que los partidos políticos liberales tienen que pagar a la memoria del difunto es tal, que si no hubiese existido su figura difícilmente vivirían de la actual “mamela” autonómica. Lo que se llama “vivir del cuento” podríamos denominarlo en este caso “vivir de la memoria del difunto”. Sigue leyendo