El andaluz es o violento o artista o aventurero o cacique o esclavo, y siempre lleva un filósofo dentro. Puede tener eso hasta mezclado y mal digerido, si se quiere. Es espiritual, soñador y artista a fuer de ser completo y querer abarcarlo todo. Y por supuesto, no conoce términos medios. Ojalá las taras engendradas por el caciquismo exacerbado que se instaló en el liberalismo que, a través del infame Mendizábal y la colonia contrabandista de Gibraltar, tomó el sur como su cortijo para pagar la Guerra Carlista, esto es, el golpe militar desde dentro y para intereses extranjeros… Eso, ojalá esas taras que vienen de ahí y no de la gloriosa Reconquista vayan mermando y nos reencontremos con nuestras mejores virtudes, que nada tienen que ver con la estupidez sensualista, apática e intelectualoide pretendida por los mal llamados andalucistas de Blas Infante, que en no pocos casos, a imagen y semejanza de Antonio Gala, son forasteros que no entienden ni conocen la tierra y encima pretenden dar lecciones milenaristas. Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
En fin, los andaluces así somos y así nos proyectamos y nos proyectaremos por más de medio mundo, constituyendo la quintaesencia expansiva de España. Pero para entender esto hace falta generaciones, mares y terrones corriendo por la sangre; y no embusteras y amaneradas pedanterías que al final lo que están buscando es vivir del cuento.
Antonio Moreno Ruiz