En las próximas elecciones del mes de junio se plantea un dilema, el de siempre, ¿a quién votar?, hay quien lo tiene muy claro y hay otros que se debaten entre un mar de dudas e incertidumbres pero, en general todos coinciden en que tienen miedo a tal o cual partido y en que no votan a favor de tal o cual partido sin en “contra de”. Esto es así porque en general todos consideran que no hay partido bueno al que confiar el voto, a estas alturas nadie se fía de las promesas de ningún candidato, pues saben de sobra que no las van a cumplir, por lo tanto se vota para evitar la victoria del que se considera el más malo o peligroso. En definitiva, se vota al mal menor, resignándose a elegir, sí o sí a un mal, aunque sea menor, y esto además es algo moralmente inadmisible. Esto ya de por sí nos demuestra que nuestro sistema político está pervertido, y más si consideramos que las elecciones son, “teóricamente” al Congreso y al Senado y que en las papeletas de cada circunscripción aparecen una lista de nombres que no se conocen, y sin embargo, todo el mundo “vota a un candidato a la presidencia del gobierno”, es decir que la distancia entre la teoría de este sistema apellidado democrático y la realidad es enorme. ¿Desde cuándo se nos pregunta a quién queremos de presidente del gobierno? Nunca. Eso es algo que después deciden en las Cortes después de pactos y pasteleos que a veces pueden llevar a ningún lado y provocan una nueva ronda electoral que pagamos entre todos y de la que sólo se benefician ellos. Sigue leyendo
Por qué no votaré en las próximas elecciones
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