Rosario por la Vida, 24 de abril en Sevilla

Por tercer mes consecutivo el Circulo Carlista Virgen de los Reyes y la Junta Regional de la Comunión Tradicionalista Carlista en Andalucía convoca el rezo del Rosario por la Vida, en desagravio por las leyes contrarias a la Vida y Dignidad Humana y en petición de su total derogación. Invitamos a todos los que defiendan la vida y dignidad humanas a participar en el mismo.

Será el último sábado del mes de abril, día 24, a las 12 del mediodía y en el mismo escenario de los dos anteriores, en la Avenida de Roma, ante el Palacio de San Telmo.

Informamos a los asistentes de que la autoridad política impone el cumplimiento de medidas covid en vigor (uso de mascarilla y distancia interpersonal) bajo amenaza de disolver la concentración y aplicar sanciones en caso contrario. Por esa razón nos vemos obligados a pedir colaboración por su parte en el cumplimiento de dichas medidas.

Recordamos el Manifiesto por la Vida que elaboró la nuestra Secretaría General en la primera convocatoria, el pasado mes de febrero:

MANIFIESTO EN DEFENSA DEL SER HUMANO

La dignidad humana se funda en ser el hombre la única criatura creada por Dios a imagen y semejanza suya; y luego en haber sido reconciliado con Dios por medio de la muerte en Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.

Buscar la dignidad de ser humano en escuelas filosóficas supuestamente humanitarias, o en ideologías políticas mentirosamente «democráticas», o en la ciencia, llevan al hombre a un callejón sin salida en el que acaba siendo imposible la defensa de su propia dignidad.

La experiencia nos demuestra esta realidad, pues supuestamente en todos los países occidentales rigen la mal llamada «Declaración Universal de los Derechos Humanos» aprobada en París el 10 de diciembre de 1948. Y entre estos supuestos Derechos Humanos se encuentra su propia dignidad, según establece el artículo 1 de tal declaración. Y sin embargo, en todos estos países se ha ido estableciendo progresivamente el aborto provocado, la fecundación artificial, la eutanasia y los tratamientos e intervenciones mutiladoras para conseguir, supuestamente, el cambio de sexo.

Si se ha llegado a legalizar estos actos aberrantes aun estando en vigor el citado artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos es porque en efecto las declaraciones políticas y/o jurídicas que no tienen su fundamento en el derecho natural no hacen más que fundar supuestos derechos que no son más que quimeras y monstruos que acaban por devorar al ser humano, a aquel que dicen querer proteger.

Su Santidad Pío XII se negó a suscribir esta Declaración de supuestos derechos humanos por cuanto sabía que, en efecto, es perverso construir un ordenamiento social, político y jurídico al margen de la ley moral escrita por el Creador en los corazones de los hombres: el derecho natural.

Los Carlistas sabemos que la moral y el derecho tienen un carácter propio que es preciso salvaguardar; expresan el orden de la conciencia y el de la ley, y las relaciones, a que obedecen, prohíben tanto separarlos como confundirlos plenamente. Y sabemos que entender que el derecho natural, por el mero hecho de serlo, no reivindica su positivación es una consecuencia de la radical separación entre moral y derecho, dogma esencial del positivismo, que es el mal que hoy sufrimos, y que vuelve sus armas contra el ser humano.

Hoy para nuestros políticos y legisladores la Ley ya no es la «ordenación de la razón al bien común, promulgada por quien tiene al cuidado de la comunidad». Para nuestros políticos y legisladores la ley no es más que un acto de voluntad al margen de la razón y del bien común; un acto que solo necesita del número (la mayoría de un parlamento) para ser aprobada.

Por eso los Carlistas llamamos a todos los hombres de buena voluntad a luchar contra este estado de cosas. A luchar de verdad y desde los principios contra el aborto, contra la eutanasia, contra la manipulación genética y contra la ideología de género. Para ello hemos de recordar, a tiempo y a destiempo:

  • Que el hombre está dotado de su dignidad por el acto creador de Dios, que es el único origen de la dignidad del hombre. Buscar el origen de la dignidad en cualquier otro fundamento acaba en el callejón moral en el que nos encontramos.
  • Que el hombre está dotado de un alma inmortal, y que su objeto en esta vida es honrar y alabar a Dios, y buscar la vida eterna. Y que la Ley debe facilitar la consecución de estos fines, no estorbarlos.
  • Que la Ley no es ley, sino simple apariencia de Ley, cuando no respeta el derecho natural ni busca el bien común.
  • Que al no ser leyes sino apariencia de leyes, estas que hacen pasar por derechos el aborto provocado, la eutanasia, la manipulación genética, y todas las enormidades de la ideología de género; es nuestro deber oponernos a ellas, e incluso desobedecerlas.
  • Y finalmente, que no acabaremos con estos crímenes “tolerados” por el poder mientras no fundamentemos la sociedad en la seguridad de que la Verdad existe, y que es reconocible por el solo ejercicio de la razón humana. Y que esta Verdad a la que el hombre de buena voluntad puede acceder por el solo camino del uso de su razón (sin necesidad de revelación divina ninguna) es que Dios existe, y que ha establecido una serie de leyes naturales que deben ser respetadas.

Hoy por hoy, estas verdades de catecismo que acabamos de resumir solo pueden ser defendidas por el Carlismo. Pues hay otros grupos humanos que son provida, pero se empeñan en defender la vida dando por buenos los fundamentos supuestamente democráticos que nos traído hasta aquí. Eso es un error, pues creer que se puede defender la dignidad humana intentando alcanzar una mayoría de la población contraria al aborto, o a la eutanasia, o a ideología de género es un error. Y es un error porque la justicia de una norma no está en relación con el número de personas que la apoyen, sino en razón al reconocimiento que la ley haga de la ley natural. Reconocer que la Ley es Ley porque la apoye la mayoría, es mantener el estado actual de cosas, que se funda, precisamente, en la perversión del sentido de la justo y lo injusto, de la ley y del orden.

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