En las próximas elecciones del mes de junio se plantea un dilema, el de siempre, ¿a quién votar?, hay quien lo tiene muy claro y hay otros que se debaten entre un mar de dudas e incertidumbres pero, en general todos coinciden en que tienen miedo a tal o cual partido y en que no votan a favor de tal o cual partido sin en “contra de”. Esto es así porque en general todos consideran que no hay partido bueno al que confiar el voto, a estas alturas nadie se fía de las promesas de ningún candidato, pues saben de sobra que no las van a cumplir, por lo tanto se vota para evitar la victoria del que se considera el más malo o peligroso. En definitiva, se vota al mal menor, resignándose a elegir, sí o sí a un mal, aunque sea menor, y esto además es algo moralmente inadmisible. Esto ya de por sí nos demuestra que nuestro sistema político está pervertido, y más si consideramos que las elecciones son, “teóricamente” al Congreso y al Senado y que en las papeletas de cada circunscripción aparecen una lista de nombres que no se conocen, y sin embargo, todo el mundo “vota a un candidato a la presidencia del gobierno”, es decir que la distancia entre la teoría de este sistema apellidado democrático y la realidad es enorme. ¿Desde cuándo se nos pregunta a quién queremos de presidente del gobierno? Nunca. Eso es algo que después deciden en las Cortes después de pactos y pasteleos que a veces pueden llevar a ningún lado y provocan una nueva ronda electoral que pagamos entre todos y de la que sólo se benefician ellos.
Pero lo peor de todo es que se vota a partidos, o mejor, contra partidos. Partidos que, por su propia esencia, y como su propio nombre indica, lo que hacen es partir a España y dividir a los españoles. Es todo lo contrario de lo que debería ser un buen sistema político, en el que todos, todos los españoles participasen cada uno según sus circunstancias y conocimientos en el bien común, en la prosperidad de una patria que es de todos que a todos nos interesa que vaya bien, y que solamente unidos podremos conseguirlo y eso es contrario a la esencia de los partidos políticos, especialistas en crear odios, rencillas, envidias, miedos, enfrentamientos y demás elementos divisorios.
No nos engañemos, lo importante de las próximas elecciones, no es quien gane, o mejor dicho, quien pierda, porque sea quien sea el partido derrotado, los verdaderamente derrotados seremos los españoles, que nos veremos nuevamente enfrentados unos contra otros y todos contra todos.
Por eso, lo verdaderamente importante es conseguir que los españoles estemos TODOS UNIDOS y no partidos, de sobra es conocido el refrán que dice que “la unión hace la fuerza”, pero parece que los partidos políticos tienen la suficiente capacidad para hacernos olvidar esta sabiduría popular e inocularnos una amnesia generalizada.
Por eso yo no votaré a ningún partido, y por eso seguiré trabajando por la unidad de todos los españoles, porque ningún partido va a dejar de seguir profundizando en la división de los españoles.
Esperaindeo.
Hasta que no nos dejemos de teorías perfectas pero nulas prácticas, hasta que no cambiemos nuestro lenguaje para que le llegue más directamente al pueblo, hasta que no dejemos de pensar en nuestro pasado y miremos más directamente a nuestro futuro y hasta que no nos concienciemos de que, trabajando como lo estamos haciendo no llegaremos a ningún sitio, no será posible nada de lo que esperamos.
Muy a pesar mío y dando unas arcadas de muerte, esta vez, después de 22 años sin votar, he votado al P.P. Era la hora de derrotar al populismo y, si nosotros no tenemos fuerza para hacerlo, hay que aliarse a quien pueda hacerlo.
Vamos a ser realistas de una vez y vamos a dejarnos de sofismas que no nos llevan a ningún sitio. Perdón por mi crudeza.
¿A qué sitio hay que llegar, Trajano? ¿Al Congreso? ¿Al palacio de la Moncloa? ¿A las televisiones? ¿A los grandes medios de comunicación?
Lo que hay que hacer es proclamar la verdad. Ciertamente buscar fórmulas para hacerla llegar a más gente, pero nunca renunciando a ella. y si la verdad es rechazada, será triste y deberemos seguir buscando fórmulas, pero nunca aceptar la mentira como sustituto de la verdad para “llegar a algún sitio”.
Y el populismo… ¿qué populismo hay que derrotar, Trajano? ¿El populismo de la depauperación de las clases medias? ¿El populismo de la cesión de toda soberanía? ¿El populismo del entreguismo al NOM? ¿El populismo que multiplica la deuda que nuestros nietos no podrán pagar? ¿El populismo que impone sanciones a quien discrepe del homosexualismo? ¿El populismo abortista? ¿El populismo pionero en la manipulación de embriones humanos?
Ese populismo se llama PP. Y a ese, desde luego, debemos intentar derrotarle.
¿Realista? No, no has sido realista. Has sido tan tonto como para creerte el discurso del “que viene un lobo” gritado por una jauría de perros salvajes y rabiosos.
Gracias por el insulto, amigo Zonio. Es posible que yo sea tonto, pero de «listos» como tú está la Comunión llena. Y así nos va, desgraciadamente. Sigamos así y llegaremos a ser lo que siempre hemos intentado rehuir: un mero objeto de estudio histórico para un museo.
Un abrazo, listo. Y sigue, sigue…
No pretendía insultarte, lo siento.
Todos hemos sido tontos alguna vez creyendo lo que nos contaban, comprando lo que nos vendían como nuevo siendo despojos.
Seguramente en la Comunidad de Madrid habrá habido muchos que en su día esgrimieron el mismo argumento que tú.
Ellos son partícipes de que ahora se persiga por ley a quien le diga a un niño que lo natural es ser niño o niña, y no decidirlo según tu apetencia.
Si esa es tu lucha contra el populismo, qué quieres que te diga. No pretendo insultarte pero prefiero ser un objeto de estudio antes que colaborar activamente (por miedo, por presión, por prudencia, por… lo que sea, pero activamente) con el mal.
Sigo.
Gracias por las disculpas. Aceptadas.
Lo único que digo es que, o cambiamos el discurso manteniendo íntegra la doctrina, o no iremos a ningún sitio, como de hecho no estamos yendo en estos momentos.
Con la forma en que estamos trabajando no llegamos a nadie. Somos infinitamente más anti-sistema que otros muchos y nuestro mensaje, tal y como se transmite, no cala en el pueblo. ¿Qué tenemos que hacer?. ¿Seguir siendo providencialistas y esperar que nos llegue el momento ó adecuar nuestro discurso a los tiempos de hoy?.
La Historia está para venerarla, no para vivir de ella. Estoy saturado de oír hablar de Zumalacárregui y de Carlos VII. Alabo sus hazañas y sigo su testamento, pero hay que hacer más.
Ya sé que el PP es lo mismo que todos los demás. Si no, no sería carlista. Lo que digo es que hay que aprovechar, en nuestra medida (que es casi irrelevante), los medios que utilizan los demás. Tenemos que ser más políticamente incorrectos y dejarnos de decir constantemente que el Liberalismo es malo. ¡Eso ya lo sabemos todos!
Mientras que el Carlismo no se de cuenta de ello, yo también seguiré, pero no tan en vanguardia como antes porque no concibo esta forma de trabajar. Ello no me impide que siga opinando en los foros, que siga acudiendo a los actos que se convoquen y que se me caigan dos lágrimas cada vez que vuelva a mi casa con mi boina roja en las manos después de escuchar siempre lo mismo.