“El matrimonio (…) primero es civil que religioso y antes un convenio y obligación de hombres que no un misterio y un sacramento (…). La utilidad social, el bien del Estado, el aumento y la prosperidad de sus familias, es el principio que debe gobernar en este punto; y como éste sea todo temporal, y en nada espiritual ni divino, ni en el origen, ni en las causas, ni en las personas, ni en el contrato, ni en sus frutos y efectos, el matrimonio es y debe tenerse, para decretar y establecer sobre él, como una cosa meramente terrenal y civil, dejando lo sobrenatural y religioso para los altísimos fines que Jesucristo tuvo presentes cuando, elevándolo a sacramento de su ley, se dignó de llamarlo grande y lo enriqueció con su gracia.”
La autoría del precedente texto corresponde a J.A. Menéndez Valdés, es un extracto de sus “Discursos forenses”. Nació en 1754, es decir, en plena ilustración. De esta forma, es fácil comprender la filosofía que subyace en dicho texto y, si además tenemos en cuenta que el mismo fue publicado en 1821, dentro del reinado de Fernando VII, en pleno trienio liberal, ya está todo aclarado. Se trata de una obra hija de la ilustración que, a su vez, unos cincuenta años después dio a luz al liberalismo. Liberalismo que, como tal ideología, asoma la patita en España en 1812, en las Cortes de Cádiz y que, se impone -violentamente, como siempre- por primera vez con el pronunciamiento de Rafael Riego en las Cabezas de San Juan, en el año 1820. Y como podemos observar, el texto no puede ser más liberal.
Saco esto a colación porque, como vemos las ideas que hoy imperan en nuestro sistema político, no difieren mucho, o mejor dicho, nada de lo que defiende Menéndez Valdés. Lo único que, gracias al paso del tiempo, la lógica, que es siempre contundente, ha hecho un desarrollo de estas ideas y, como el matrimonio se convirtió en algo meramente civil y por lo tanto en manos del estado, pues éste ha hecho del matrimonio lo que los partidos del Sistema han querido, olvidándose – y si no se les olvida, les importa un bledo- de que el matrimonio es una institución querida y creada por Dios, con las leyes que él mismo quiso darle y que posteriormente lo convirtió en uno de los siete sacramentos.
Hoy en día, hay muchos, muchísimos que, se dicen católicos y que reniegan del divorcio, de los matrimonios contra natura, etc. Pero que aceptan de buena gana el liberalismo, es más, muchos de ellos se dicen liberales y militan y colaboran con el liberalismo o con su ideología, luego cuando ven los resultados… pues ya se sabe: “no es esto, no es esto”. Pero decir estas palabras y, permanecer en la contumacia de la defensa de liberalismo, no arregla nada. Todo seguirá igual. No, peor, todavía nos queda mucho por ver. No creo que se tarde mucho en legalizar el matrimonio entre una persona y su perro, por ejemplo o, la poligamia o todo aquello que el magín del gobernante de turno engendre.
Después, vienen las lamentaciones, pero quién se lamente que no olvide el refrán: “De aquellos polvos estos lodos”.
Valerio Óptimo Agrícola.