El 29 de mayo de 1453 Constantinopla caía en manos de los turcos y la Catedral de Santa Sofía dejó de ser para siempre un templo cristiano y se convirtió en una mezquita musulmana. Con ello, el Imperio Romano en Oriente dejaba de existir.
El último emperador, Constantino XI, había pedido desesperadamente ayuda a toda la cristiandad pero, solamente unos pocos de genoveses, venecianos y españoles estuvieron defendiendo la ciudad hasta el último momento. Los defensores eran muy pocos comparados con la inmensidad del ejército otomano pero la ciudad estaba protegida por unas murallas prácticamente inexpugnables. En realidad se trataba de tres murallas, una detrás de otra de una imponente fortaleza que convertían a Constantinopla en una ciudad prácticamente inexpugnable. Además, contaban con el control del mar y gracias a ello tenían asegurado el abastecimiento de todo tipo y mantenía abierta la posibilidad de la llegada de unos hipotéticos refuerzos. El emperador contaba con el factor tiempo, esperaba que los turcos, visto lo inexpugnable de la ciudad desistieran de su intento. A fin y al cabo, no era la primera vez que Constantinopla había conseguido rechazar un asedio musulmán.
El asedio había comenzado a primeros de abril y los turcos lo habían intentado todo, numerosos intentos de asalto, minas, artillería, torres de asalto,…. No había manera, los sitiados se defendían con decisión y valor y Constantinopla resistía.
Pero algo ocurrió el día 29 de mayo de aquel año de 1453. A la una de la madrugada, el sultán Mohamed II, da la señal para comenzar el ataque. Y al grito de ¡Alá!, cien mil combatientes se lanzan con armas, escalas de cuerda y garfios contra las murallas, mientras suenan simultáneamente címbalos, y timbales, mezclando sus estridentes tonos al terrible griterío de los combatientes y al tronar de los cañones. Era la infantería ligera, tenían como misión cansar a los defensores, iban sin apenas protección pero, no podían retroceder pues, detrás venían los auténticos soldados del sultán, que los pasarían por las armas si lo hacía, así que, una y otra vez, provistos de escalas intentan el asalto a la muralla y una y otra vez fueron rechazados hasta que calcularon que los defensores estaban cansados y desorganizados, ya había amanecido y entonces son ellos, los auténticos soldados los que entran en acción. Pero ellos tampoco pudieron, los sitiados seguían resistiendo.
Entonces fue cuando Mohamed II tomó la decisión de ponerse a la cabeza de sus doce mil jenízaros, los mejores soldados de Europa según el sentir general. Fue entonces cuando el condotiero de los genoveses, Giustiniani, cayó gravemente herido, fue cuando se sintió que las defensas se desmoronaban y las campanas de la ciudad tocaron a rebato y fue entonces cuando el emperador Constantino XI, despojándose de sus insignias imperiales se puso entre sus soldados defendiendo las brechas como un soldado más y de esta manera se pudo recomponer las defensas de la ciudad. Constantinopla resistió incluso a los jenízaros. Pero también fue entonces cuando un desafortunado y misterioso acontecimiento cambió el curso de la historia. Algunos jenízaros aprovecharon el momento y habiéndose internado por una brecha de la primera muralla vagaban desconcertados entre muralla y muralla sin saber exactamente qué hacer cuando, de pronto vieron, -aunque al principio no lo creían-, que un postigo, un insignificante postigo de la segunda muralla, el de Kerkaporta, estaba abierto, primero dudaron pues temían que se tratase de una estratagema pero, se decidieron, entraron por él y conquistaron un trozo de muralla mientras que llamaban a sus compañeros que entraron en tromba por él dentro de la ciudad entera. La defensa entonces se derrumbó y se luchó torre por torre, almena por almena, pero ya todo era inútil. El enemigo estaba dentro y nada se pudo hacer. Allí murió como un soldado más Constantino XI, junto con bizantinos, españoles, genoveses, venecianos… Y así desapareció el Imperio Romano en Oriente.
En el misterio de la historia, permanece el motivo por el cual el postigo de Kerkaporta estaba abierto aquel día, no se sabe si fue traición, descuido o negligencia, lo que es bien sabido es que los responsables fueron gente de dentro que por dejar abierto al enemigo un miserable postigo, sin aparente valor estratégico, se perdió una ciudad, desapareció un Imperio y la Cristiandad en Oriente paso a ser una reliquia perseguida y hostigada por un islamismo que de forma intermitente hostigaba con más o menos saña a los cristianos.
Es una lección que se aprendió y, que se fue pasando de generación en generación: Al enemigo, no hay que concederle ventaja alguna, no hay que dejar abierto ningún postigo porque, como entre en la ciudad, ya no habrá forma de defenderla.
En España, en los dos últimos siglos, frente al embate del liberalismo solo ha habido un grupo de defensores de la España Católica Tradicional que ha tenido claro, clarísimo que «al enemigo ni agua», -los carlistas-, que no hay que dejar abierta ninguna puerta, ningún postigo por insignificante que sea porque como entre ya no habrá forma de echarlo. Por eso no renunciamos ni lo haremos nunca a defender íntegra la doctrina católica tradicional porque, si se cede en algo, se cede en todo. Esa doctrina está condensada en nuestro cuatrilema, Dios, Patria, Fuero, Rey. Y está todo tan relacionado que si quitamos algo de esto toda la doctrina se hunde. Es como si a un caballo le cortamos una pata, no es que no cabalgue, es que se cae, se cae irremisiblemente, como se ha caído España porque han existido y existen unos españoles a los que no les importa pactar con el enemigo, con el liberalismo, algunos por traición, otros por ingenuidad y otros porque, sencillamente, son tontos. Y así poco a poco el enemigo ha ido entrando en España y ahora son ellos los que se han enseñoreado de ella. Pero, nosotros seguimos y seguiremos con toda nuestra doctrina íntegra, sin componendas pues, aunque aparentemente nos cierre las puertas de cualquier reconstrucción de la España tradicional, nos permite mantenernos íntegros y nos permitirá, Dios mediante, la nueva reconquista que tantos españoles ansían, aunque no lo sepan decir. No, por lo que a nosotros respecta no habrá otro Kerkaporta.
Filósofo rancio.
Trono a las premisas y cadalso a las consecuencias.
El problema de nuestra Patria, (y de la Sociedad, en general), es que está tan llena de «kerkaportas» y de postigos abiertos que actualmente no existen brazos suficientes ni soldados preparados como para cerrarlos de una vez. Nuestro pueblo se ha vendido al enemigo y España es como un enorme queso de Gruyère: lleno de agujeros y vacío e inconsistente por dentro. Si algún soldado tiene la ocurrencia de empezar a cerrar postigos, inmediatamente el pueblo, (como en Sodoma y Gomorra), lo lincha mediáticamente para que el vicio siga entrando y campando a sus anchas. Y cuando me refiero al «vicio» no me refiero a asuntos trascendentales, sino al paro, a la corrupción, a la desidia, a la inmoralidad, a la poca vergüenza, a la relajación de las costumbres, a los abortos consentidos por la Ley, a la podredumbre de las instituciones oficiales, (desde la «¿Corona?» hasta el último puesto de pipas de la esquina, al olvido de nuestra verdadera Historia, a los eufemismos a la hora de catalogar las cosas, a la falta de educación de nuestros hijos y, ¿or qué no decirlo?, también de los padres de nuestros hijos, a la vileza informativa de los medios de comunicación, a la ignorancia de los «educadores» de las escuelas, a la lacra sistemática de los divorcios, a la amoralidad de las leyes…
Podría estar escribiendo «vicios» hasta el día de Navidad del año que viene.
Todo esto se nos ha metido por nuestras particulares «kerkaportas» y hasta la gente que consideramos a menudo, como «gente de orden» es la más desordenada. Los católicos «tibios», los votantes del PP, mucha parte de la Jerarquía Eclesiástica, los directores de los colegios privados.
¿Cómo y quén le pone el cascabel al gato?. El problema es que la Sociedad se ha convertido en el paraíso de los gatos y no hay cascabeles suficientes para toda la población. A vees creo que sería conveniente dejar que se sigan abriendo postigos para que esto pegue el petardazo del siglo, que evidentemente llegará en algún momento.
El daño y el mal está hecho. La cuestión es:
¿Estaremos preparados cuando llegue el momento del «petardazo» como para aniquilar ese mal, volver a cerrar los postigos y rellenar todo el vacío de moralidad en el que vivimos, ó seguiremos lamiéndonos las heridas esperando un milagro de la Providencia?.
La conciencia de cada uno será la resposable de ese resultado pero, mientras tanto, nuestro ejército y nuestro pueblo no deja de perder el tiempo y de regodearse en su infortunio. Y los demás, a vivir que son tres días y dos está lloviendo.
Así nos vá…
Seguir lamiéndose las heridas no hará que la Divina Providencia actúe. La Divina Providencia actuará a través nuestra y mientras más débiles e insignificantes seamos, mayor será la intervención de la Divina Providencia para mostrar que la gloria de la Victoria pertenece a Dios y no nos enorgullezcamos cuando ésta llegue.
Pero lo que está claro es que para que la Divina Providencia no va a actuar a través de quien se limita a lamentarse y lamerse las heridas sino, a través de los que hacen algo mucho o poco según sus circunstancias, sin desanimarse ni perder la Esperanza en Dios.
Ánimo y Esperanza.
No dejáis de tener mérito, lo reconozco. Todavía conserváis la esperanza. Y, encima la escribís con mayúscula.
Gracias, «amigo» Diablo. Eres un ángel…