Ésta, es una historia real, y la cuento tal y como me la han contado, porque aunque pueda parecer una historia trivial, las consecuencias que de ella se pueden sacar, a mí por lo menos, me ponen los pelos de punta.
Esto le ocurrió a un niño andaluz en un instituto de los que mantiene la Junta de Andalucía para asegurar el derecho de enseñanza a todos los andaluces.
Este niño, tuvo que hacer –no hace mucho- una redacción de una noticia o de algún artículo periodístico –eso no lo sé con exactitud- y el asunto de que trataba era el de los “matrimonios de los homosexuales”. Este niño escribió lo que había aprendido en su familia y en su parroquia, es decir que escribió lo mismo que hubiéramos escrito cualquiera de los que suelen pasarse por esta bitácora, solo que con alguna que otra falta de ortografía –supongo-. Se despachó a gusto.
El profesor, al leer la redacción, se quedó asombrado y hasta preocupado por las cosas “tan raras” que escribía su alumno y velando por su bien y en cumplimiento de lo que creía su obligación, llevó a su alumno a la psicóloga del Centro, no fuera a ser –supongo yo que pensaría-, que el niño tuviera un coeficiente intelectual tan bajo que necesitara tratamiento especial, o a lo peor que era un psicópata en ciernes.
La psicóloga, luego de hacerle un exhaustivo examen -al niño en vez de al profesor-, concluyó en su informe que era perfectamente normal, lo que le ocurría es que era un niño que, no estaba “aborregado”. ¡Menos mal! La psicóloga tenía sensatez y así se concluyó la historia.
Pero una vez conocida la historia, me entró un come, come, porque, si por decir las cuatro verdades del barquero se piensa que alguien, en este caso un niño, pero podría ser, -¿por qué no?- un adulto, resulta que es un subnormal, un psicópata o vete tú a saber qué….. Podemos acabar como en la Rusia soviética, donde llevaban al Gulag o a una clínica psiquiátrica a alguien, por el simple hecho de creer en Dios. Para un soviético, un ateo, eso resultaba tal locura que el creyente, acababa siendo sometido a unos tratamientos psiquiátricos tales que, terminaban reduciéndolos a un estado vegetativo.
Si eso ocurría en Rusia, donde al ateísmo teórico había que sumarle el cinismo soviético. ¿No será que en España, estamos empezando a ir por ese camino, sin darnos cuenta?
El caso de este niño andaluz, que no pasa de ser una anécdota, puede ser un síntoma de cómo se empieza a catalogar a quién está en contra del aborto, del matrimonio de homosexuales, o simplemente que es católico practicante.
Peligroso camino, me parece, pero posible.
Si no plantamos cara al peligro hoy, mañana, puede que sea tarde.
Esperaindeo.