Desde que la terminología eufemística del aparato liberal comenzó a rodar por el territorio patrio, nada es nada y todo puede ser perfectamente cualquier cosa sin temor a caer en el mayor de los absurdos y sin caer en el riesgo de desvirtuar el idioma español, la celebración de efemérides y los conceptos más concretos. El problema es que siempre se tratan de desvirtuar conceptos y efemérides de marcado carácter hispánico con la finalidad de arrancar de cuajo su significado religioso o tradicional. Es, por ejemplo, lo que le pasa al llamado “puente de la Constitución”, que siempre se llamó “Puente de la Inmaculada”, a la Navidad que algunos tratan de renombrar con la cursilería de “solsticio de invierno” ó a la Semana Santa y la Feria que ahora llaman “fiestas primaverales”. El día de Todos los Santos ya no se llama así. Ahora es Halloween y le metemos en la cabeza a los niños ideas absurdas de brujas, monstruos y calabazas en lugar de fomentar la veneración que le debemos a nuestros difuntos. Ahora el día de la Epifanía, tan esperado por todos los niños con la llegada de los Reyes Magos de Oriente, se ha quedado tan sólo en el día final del “solsticio de invierno” relegando así a Sus Majestades al olvido en beneficio del simpático engendro coloradote de la Coca-Cola. Si esto es así ahora, no digamos cuando la CEOE consiga, (como así es su proyecto), trasladar las festividades del almanaque a los viernes ó a los lunes a favor de no sé qué solución alternativa a la crisis…
Esto es lo que la está pasando, igualmente, a la festividad del día 12 de Octubre que en un principio se llamó “Día de la Raza” y hoy es llamado “Día de la Fiesta Nacional”.
Fue el “converso” Ramiro de Maeztu, (exponente destacado de la Generación del 98, autodidacta y de carácter combativo de orientación socialista reformista en su juventud pero reconvertido en su evolución al tradicionalismo católico en su madurez durante la dictadura de Primo de Rivera), quien tras ejercer de embajador de España en Argentina y entrar en contacto con Zacarías de Vizcarra, influyó decisivamente en el cambio nominal de “Día de la Raza” por “Día de la Hispanidad”.
Para Maeztu, la idea de “Hispanidad” pone el acento en los valores religiosos y políticos más que en la comunidad literaria y cultural que, por su parte, defendían Rubén Darío y Santos Chocano desde América. La primera vez que el término “Hispanidad” aparece con resonancia literaria es en el libro de Maeztu Defensa de la Hispanidad (1.934), publicado bajo los auspicios de la revista Acción Española. Entroncado con las ideas de reconocidos pensadores tradicionalistas como Donoso Cortés ó Víctor Pradera, Maeztu defendió su postura “hispánica” hasta que fue fusilado, (al igual que Pradera) en una de las múltiples “sacas” que se efectuaron en el Madrid republicano en Octubre de 1.936.
Si nos atenemos al concepto global del término “Hispanidad” nos encontramos con que en él se encierra el conjunto territorial que conforman España, los países americanos de habla hispánica y Filipinas, aglutinando igualmente el conjunto de caracteres, especialmente religiosos, políticos y culturales que comparten estos países. Evidentemente, en este mundo globalizado que la acción masónica internacional ha dado modo y traza de “descafeinar” y de desvirtuar en sus esencias más tradicionales, el conjunto de caracteres religiosos, políticos y culturales de los países hispánicos no es ya ni sombra de lo que fue. Quizás el carácter cultural sea el menos atacado de los tres, pero desde luego, la característica religiosa y política que defendía Maeztu no es hoy sino escombros de su antiguo esplendor.
Aún así, y con todo ello, la evocación del término “Día de la Hispanidad” implica connotaciones mucho más amplias y grandiosas que el nuevo término acuñado de “Día de la Fiesta Nacional”, de evidentes connotaciones liberaloides. No olvidemos que el término “nación” surge con la aparición del Liberalismo en contraposición del tradicional término “Patria”. Item más cuando la verdadera “Fiesta Nacional”; o sea, las corridas de toros, están siendo proscritas en algunas zonas del territorio patrio. No creo, por tanto que nadie vaya a celebrar el “Día de la Hispanidad” leyéndose los 12 tomos del Cossío, por ejemplo… De hacerse así, se caería en la tentación de minimizar la grandiosidad de una festividad tan importante para España para, por su nueva denominación, ningunear el resto de significado que la palabra “Hispanidad” posee.
Es por ello que desde estas líneas reivindicamos el término “Hispanidad” contra aquellos que lo trivializan. Y, si por imperativo legal, nos vemos obligados a prescindir de este significado, propongo que al día 12 de Octubre se le llame como siempre se ha hecho: “Día de la Virgen del Pilar”. Con ello reivindicamos igualmente el valor tradicional de la festividad desde diferentes ángulos, anteponiendo el nombre de la Madre de Dios sobre todos aquellos términos que atentan contra la Historia de España, reconociendo Su patronazgo sobre todas las tierras que en su día conformaron “las Españas” y reverenciando la Realeza de La que, frente a las invasiones liberales que atentaban contra el sentir tradicional español, prefirió ser Capitana de la tropa aragonesa.
Manuel Nieto de Nevares.
Muy bueno este artículo. Me ha clarificado mis ideas sobre este concepto de la Hispanidad.
Día de la Hispanidad y Día de la Virgen del Pilar, es lo que debemos decir y admitir. Y lo mismo celebrar. Es un día más de Nuestra Madre del Cielo.