Había una vez un país muy lejano que, tras una cruenta guerra, estuvo treinta y seis años gobernado por un dictador que, aunque dictador, con sus pros y sus contras, había mantenido la paz en todo su territorio, había conseguido que sus habitantes viviesen en relativa armonía trabajando a una por levantar su diezmada sociedad y había preparado como sucesor a un “delfín” que creía formado a su imagen y semejanza.
A la muerte del dictador, la Revolución no perdió el tiempo e impuso en el país un nuevo sistema de gobierno llamado “democracia”, sistema partitocrático donde los valores morales comenzaron a brillar por su ausencia. Antiguos consejeros del dictador difunto abandonaron los uniformes que los identificaban con el extinto régimen y se zambulleron sin pudor alguno en los vericuetos del nuevo sistema. El terrorismo nacionalista comenzó a machacar a las fuerzas de orden público. La moralidad legislativa empezó a hacer aguas por todos los flancos. Los líderes revolucionarios exiliados retornaron con la misma fuerza con que, cobardemente, habían abandonado el territorio patrio. Algunos líderes religiosos hicieron al pueblo relajar sus piadosas costumbres de antaño y parte del ejército renegó de su antigua obediencia para mostrar fidelidad al nuevo sistema de gobierno. Para colmo, el “delfín” heredero cometió perjurio sobre todo lo que había jurado en vida del difunto dictador, amoldando su nuevo status a su propia conveniencia y a la de la Revolución. Todos parecían muy felices mientras los cimientos morales del país se desmoronaban poco a poco sin remisión. El pueblo, inculto y ajeno como siempre a los vaivenes del poder, sonreía ante la irreal libertad de la que creía hacer gala. Todo era nuevo y todo era bienvenido por muy grotesco y absurdo que pareciese. Y el “delfín” lo firmaba todo.
Pero la Revolución sabía que el sistema no estaba afianzado con firmeza. Sabía que todavía quedaban algunos reductos que, o bien continuaban fieles a la memoria del difunto dictador ó bien mantenían intactas sus convicciones tradicionales. Sabía que no todo estaba consolidado y urdió un plan. Los nuevos líderes políticos se reunieron con el “delfín” y con algunos representantes del ejército afines a la Revolución. Estudiaron la situación y tramaron un complot: Reunirían mediante artimañas a los representantes del ejército que aún continuaban fieles al antiguo régimen. Los convencerían de que la situación era insostenible, de que el país necesitaba la vuelta al antiguo sistema y de que esta vuelta sólo podría conseguirse por la fuerza. Les convencerían de que la acción era necesaria y de que, tanto el “delfín” como el grueso del ejército estarían dispuestos y convencidos de que la intervención militar era imprescindible. Todo sería muy fácil. En una sola noche, el nuevo sistema político sería descabezado, los medios de comunicación serían controlados y en un solo día la situación política sería revertida. Una vez movilizados los rebeldes, la “jugada” consistiría en dejarlos solos. En abandonarlos a los pies de los caballos y en arremeter contra ellos con toda la fuerza de la Revolución, tergiversando la realidad y borrando las huellas de la trama.
Y así se hizo al más puro estilo británico. Una vez alentados y enfervorizados de “ardor guerrero”, los inocentes rebeldes cayeron en la trampa. Obedecieron las primeras órdenes y esperaron las sucesivas. Cumplieron su misión pero la ayuda que esperaban no apareció nunca. Fueron engañados “como chinos” y cuando pudieron darse cuenta de la trama ya era tarde. Habían dado los primeros pasos que los condenaban irremediablemente al fracaso. El “delfín” compareció en los medios de comunicación defendiendo la Revolución y los todavía indecisos rebeldes que aguardaban las segundas órdenes recularon cobardemente haciendo gala de una malentendida fidelidad al nuevo sistema.
En una noche, la Revolución había ganado la batalla sin derramar ni una gota de sangre. Los rebeldes comparecieron como delincuentes ante la opinión pública. El perjuro “delfín” quedó para la posteridad como “salvador de la Patria” manteniendo su posición para siempre y cualquier atisbo de restauración del antiguo régimen quedó definitivamente descartada con el beneplácito de un regocijado pueblo al que, a conciencia, se le ocultó la verdad de por vida.
Aquí termina este “Cuento para niños de 30 años”. Como dijo aquél, cualquier parecido de lo narrado con la realidad es pura coincidencia. Como dice el mago de la tele, “todo lo que han leído Vds. en esta líneas es fruto de su imaginación. No le den más vueltas…”. Con una salvedad importante.
Si bien es cierto que el regreso al anterior régimen dictatorial es una utopía impensable en estos momentos y en estas circunstancias, si bien es cierto que no queda ya ningún reducto que defienda ese sistema de gobierno y si bien es cierto que hoy en día nadie anhela el regreso de un líder a imagen y semejanza del dictador difunto; también es cierto que todavía hoy, y con mayor fuerza cada día, en aquél país hay hombres, mujeres y familias que mantienen intactas sus convicciones tradicionales. En días señalados se calan su boina roja, y eso es irrenunciable. Con “delfín” ó sin Delfín.
Manuel Nieto De Nevares
Sin delfín, pero con Rey.
Impecable y nada más cierto peeeeero…. Me da pena que no hay capacidad ni voluntad de unir, bajo un mismo ideario, a todos los españoles que, manteniendo unos valores, desgraciadamente casi desarraigados por cupa de este proyecto mas que orquestado que se denomina «democracia», son más numerosos de lo que aparentemente parece.
Mantengo un habitual contacto con muchas personas de «los de antes», y en ninguno aprecio la necesidad imperante de aunar unos esfuerzos que, siguiendo como en la actualidad, se está demostrando que su resultado es esteril.
Mientras no seamos capaces de encontrarnos TODOS en un ideario irrenunciable y común, aun a costa de reunuciar a siglas y simbologías, nunca seremos una fuerza viva y determinante en este «sistema» que nos ha tocado vivir.
La historia nos pedirá cuentas, si es que alguien nos recuerda, por llevar a estas alturas casi 40 años sin «pinchar ni cortar». Sueño con un partido único con defensa clara de los valores tradicionales (vida, catolicismo, patria, unidad, justicia…) y creo que es posible. Hay gente que sabe que pondré empeño en ello y no cejaré.
Un saludo
Bienvenido a este foro, Albertito. Siempre es bueno que el abanico de «comentaristas» se amplíe, así que nuestra bienvenida no puede ser más sincera. Tu comentario es correcto y está cargado de razón en mucho de lo que dices, peeeeero, te tengo que hacer algunas observaciones:
1º.- Es cierto que, por lo que corresponde a la C.T.C. no tiene capacidad, de momento, de unir a esos españoles a los que te refieres. Capacidad no es lo mismo que voluntad. En este aspecto, la C.T.C. sí ha tenido voluntad de unión en las últimas elecciones celebradas tanto a nivel nacional como europeo. La C.T.C. propuso a muchos partidos sin representación en las Cámaras, unirse en una plataforma bajo la bandera de los «Principios no negociables» que propuso S.S. Benedicto XV. Estos principios eran: Defensa de la vida humana (desde la concepción hasta la muerte natural), Defensa de la familia (entendiendo ésta como la unión voluntaria, cimentada en el amor, de un hombre y una mujer aiertos a la vida y al cuidado de los hijos), Protección del Derecho de los padres a decidir libremente la educación para sus hijos) y Búsqueda del bien común (en el sentido de que el Estado ha de estar al servicio del pueblo y no el pueblo al servicio de los intereses de las minorías políticas y económicas, buscando y ejerciendo por ello el principio de subsidiariedad).
Por cuestión de «ego personal» de algunos dirigentes de esos partidos minoritarios, esta propuesta no llegó a cristalizar. Como ves, voluntad por parte de la C.T.C. no ha faltado ni faltará, pero no depende de nosotros.
2.- En lo que respecta a la renuncia de siglas y simbologías, el asunto es bastante más complicado. Los carlistas llevamos a las espaldas muchos muertos y muchos mártires, (pero MÁRTIRES DE VERDAD), como para renunciar a nuestro pasado porque, por otra parte, nuestro pasado no deja de ser nuestro presente. Puede que haya habido cierta rama carlista que haya renunciado a esos emblemas con lo que ellos conllevan. La C.T.C. no es un partido. Para ella ser carlista es una forma de vida y no podemos renunciar a nuestros lemas de Dios, Patria, Fueros y Rey (evidentemente, legítimo). Esto es tan irrenunciable como lo argumentado en el primer punto.
3.- Tu último párrafo en que que nos trasladas «tu sueño» de «partido único» que defienda los valores de los que hablas no es sino «carlismo puro» si no fuera por la utilización de la palabra «partido», que no entra en nuestro ideario. También nosotros creemos que esa vuelta a la concepción tradicional de las cosas es posible.
Me parece a mí que, sin saberlo, eres más carlista de lo que tú mismo supones. Y ese es el problema de muchos españoles. Son carlistas sin saberlo pero no quieren reconocer su afinidad con el Carlismo porque lo consideran algo «del pasado», cuando es el único futuro que puede plantearse coherentemente a la sociedad española.
Lo dicho, amigo. Bienvenido a tu casa y no dejes de pasarte por nuestro Círculo. Un abrazo.
http://aspa.mforos.com/390873/8346317-un-23-de-febrero/
http://hispanismo.org/politica-y-sociedad/8926-un-23-de-febrero-3.html#post89498
Me parece que esta idea se puede ver concretada hoy con la propuesta de José Luis Corral Fernández de UNIDAD entre los grupos patriotas. La comisión de los nueve «Hombres Buenos» está trabajando para ello. Sin renunciar a la peculiaridad de cada grupo, ¿no se puede hacer un frente común antirevolucionario?
El problema de esas «unificaciones» es que cuando se han dado el Carlismo siempre ha salido perdiendo, engañado y humillado. No se puede unir a todos los españoles en un ideario más allá del Ideario de la Tradición, que es el de la auténtica España. Así que los que quieran sumarse, que se sumen. Porque no es por remover el pasado aquí, pero habrá que recordar al articulista, y a todos los lectores, que el General Franco, ese de los cuarenta años de paz «en relativa armonía», consiguió su «paz» a costa de perseguir y hundir al Carlismo. No voy a entrar ya en el Régimen ese suyo personalista que creo y que pasó de un revolucionarismo totalitario en lo político, a un «aperturismo» y «occidentalización» de claro carácter liberal. Porque está muy bien echar las culpas de todo lo que pasa a la democracia, pero no hay que olvidar que la transición política se hizo desde las propias estructuras del Régimen, por gente muy importante, elegida personalmente por Franco, para desempeñar esos cargos. No hay que olvidar que la relajación de las costumbres morales en la sociedad española vino antes que la democracia, con el «desarrollismo», con la venida masiva de turistas y de ideas extranjeras desde muy al principio de los años sesenta. Y no hay que olvidar que quien situó a España en la órbita política occidental (liberal) -o sea, bases, ONU, economía de mercado y todo lo que hiciera falta- fue Franco. Y los tecnócratas del Opus Dei en el gobierno (liberales hasta la médula) también los escogió él personalmente. No hay que olvidar que el anterior régimen pasó de tener un rostro totalitario-falangista a ser liberal en prácticamente todo, y que fue el que propició la transición sin que hubiera realmente un gran conflicto social en España, porque el pueblo ya estaba «modernizado» de antemano.
No es preciso detenerse en esto mucho, pero baste pensar qué hubiera pasado en España si se hubiese dado un cambio político semejante por ejemplo en 1800, o en 1850, o en 1700 o en 1600… cuando la verdadera España aún era fuerte. Y no hay que ser muy imaginativo, porque sabemos lo que pasó en 1833 y lo que pasó en 1870… siendo los regímenes que venían mucho más «suaves» y «católicos» que el que heredó España del Franquismo. Respecto a su «delfín», otro tanto de lo mismo. Y no valen excusas, porque o bien Franco era imbécil de remate y no se enteraba de lo que pasaba en España -y por eso todo le pilló desprevenido- o sabía muy bien lo que pasaba y pasaría, y aún así actuó como actuó. Yo me inclino más bien por lo segundo, pues no hay que olvidar que el Carlismo no paró de advertirle, de oponérsele, desde que aún no había acabado la guerra. Franco -su régimen- sabía lo que pronosticaba el Carlismo que pasaría .y en efecto pasó- y a pesar de ello, persiguió al Carlismo, lo neutralizó políticamente, cerrándole círculos y cabeceras, persiguiendo y ahogando su personalidad y su capacidad de hacer política en el «partido único» que ahora otros parecen reclamar. Desterró al Jefe Delegado del Rey, Don Manuel Fal Conde, y si no lo fusiló, como recoge la historia, fue por el temor a que los Requetés se revolvieran. Franco, militar liberal, a quien Alfonso (el 13) apadrinó en su boda, destrozó al carlismo, usando sus símbolos, prostituyéndolos, en esa cosa extraña que se dio en llamar «movimiento nacional», un batiburrillo en el que de carlista lo único que había era la boina, que resultaba ridícula rematando un uniforme azul, azul, azul y más que azul. Acaba de publicarse un libro muy ilustrativo, por la de datos históricos que aporta al respecto, que se llama «retorno a la lealtad», en la editorial Actas, dentro de los premios de la Fundación Larramendi. Ahí se ve claramente lo mucho que Franco quiso al Carlismo. Entre los datos, caba resaltar que su autor ha analizado toda la correspondencia de Don Manuel Fal Conde, del archivo Fal Conde que ahora está en Navarra, y salen cosas muy reveladoras de la verdad de aquella persecución y humillación a la que sometió al carlismo el general liberal.
Entre ella, recojo un bello testimonio de Don Enrique Barrau, ese caballero del Tercio Virgen de los Reyes, que en una carta firmada colectivamente por todos los oficiales del Tercio le escribía a Don Manuel Fal Conde en su exilio de POrtugal:
«por aquí se respira carlismo puro, sin transigir ni un ápice; en esto, aunque pocos, no hay quien pueda con nosotros. Las noches las pasamos en la chimenea, explicando nuestras doctrinas y sin dejar de fomentar el espíritu de la Santa Causa; a eso estamos dedicados todo el día y deseando terminar con los rojos para volvernos contra los azules».
¿Y quieren que vayamos de la mano de nuevo con los mismos que combatimos en 1833, en 1849, en 1872…? ¿Que volvamos a unirnos a liberales y sus herederos, como hicimos en 1936 para qué, para que vuelvan a traicionarnos y dejarnos en la cuneta? ¿Que volvamos a experimentos fatídicos para que el Carlismo se convierta una vez más, en el «tonto útil» al que se usa para después tirarlo como un cleenex? ¿Unificaciones? Ahí tienen mi propuesta: todos los que quieran unirse pueden hacerlo, bajo el lema DIOS-PATRIA- FUEROS-REY y bajo las sagradas banderas de la Comunión Tradicionalista y CARLISTA, la única que representa a la auténtica España. El que quiera venir tendrá nuestros brazos abiertos. El que nos quiera atraer con cantos de sirena a otras aguas, conmigo desde luego no contará, sino que tendrá a su más acérrimo enemigo enfrente. Lástima que no nos «volviésemos contra los azules», como quería don Enrique Barrau, y que no se iniciara «la futura guerra carlista» como reclamaba otro de los oficiales firmantes, que estaban deseando «meter mano», como pedía otro de ellos. Quizás hoy la historia sería otra.
Por cierto, la petición de «unidad» de José Luis Corral no es nueva. La llevan pidiendo los franquistas y falangistas desde hace muchísimos años. Desde la transición ese era su grito predilecto «unidad, unidad…».
No hay más unidad que la UNIÓN en la COMUNIÓN, que representa a la España de siempre. Lo otro, como decía un ilustre pensador tradicionalista reifiriéndose a la Falange, es tratar de descubrir el Mediterráneo, pero el Mediterráneo ya está descubierto.
El «articulista» conoce sobradamente el tipo de paz que implantó el General Franco y por eso habla de RELATIVA ARMONÍA. No es necesario recordárselo porque, gracias a Dios, su memoria está en bastante buen estado de salud. En todo lo demás de tu comentario, amigo carlista, nada que objetar. Lo comparto al 100 %.
Perdonad de nuevo mi osadía.. Leo y releo los comentarios y quizá me haya explicado mal. No creo que haya que RENUNCIAR en el sentido estricto y literal de la palabra, me refiero a que hay que converger TODOS estos idearios (no quiero usar la palabra partido) y, previa exposición de las posiciones de partida e irrenunciables, acceder a formar un único moviemiento de futuro pero no como una mera unión sino como una verdadera fusión que evite «salir»perdiendo o ganando según las posiciones más fuertes.
No se puede renegar del pasado, no se pueden olvidar los que se quedaron en el camino y no se puede entrar en manipulaciones torticeras… peeeeeero sigo pensando que estancados como actualemnte no se gana nada. ES NECESARIA UNA VISION Y MISION COMUN DE FUTURO si queremos salvar España.
Un saluso de un amigo.
Albertito: Tu idea no me parece mal en parte, pero no puedo compartirla del todo. A lo largo de la Historia, los carlistas nos hemos unido esporádica y puntualmente en ocasiones a otros grupos anteponiendo un ideal común a todos y por evitar males mayores. Una vez pasado el trance, hemos vuelto a la independencia más absoluta, (con la Revolución, con Franco y con quien sea). El planteamiento de Fusión a que haces referencia es completamente IMPENSABLE. Pero impensable, no por nada, sino porque una Fusión implica renuncia a los valores de un ideario que hemos defendido desde que España empezó a ser España. Te pondré un ejemplo: Con agua y aceite podemos poner una «mariposa» que alumbre a una imagen. El aceite se une con el agua. Hay unión. Cuando el aceite se acaba, el agua sigue siendo agua. Si hubiera una «fusión», el aceite dejaría de ser aceite y el agua dejaría de ser agua para convertirse en un mejunje que, aunque no fuese malo, sería una adulteración de la propia naturaleza de sus componentes. Ni el aceite sería aceite, ni el agua sería agua. Nosotros, por nuestra propia naturaleza, no podemos dejar de ser el aceite que alimente a la lamparita. Si el aceite se acaba, mala suerte (para evitar que pase eso, estamos educando a nuestros pelayos), pero jamás admitiremos convertirnos en un mejunje traicionando la memoria de los que de verdad fueron «aceite de oliva virgen extra» para dar a sus hijos lo que entendieron lo mejor. Perdona el símil, pero creo que es ilustrativo. Te espero mañana en el Círculo.
Totalmenta deacuerdo con Carlista, la CTC no renuncia a nada, ya está bien de «hacer el tonto» y de «unificaciones».Como siempre nuestra puerta está abierta para todo aquel que acepte nuestros principios y nuestros símbolos, y claro está que quiera de verdad una España que vuelva a la Tradición.
Bueno, quizás todo sea cuestión de plazos. Conozco mucha, muchísima gente, que en mi ciudad natal coincidiría en gran medida con un ideario «tradicionalista», y que se siente completamente desamparada con la inane partitocracia actual. Pero hay de todo: desde gente que desencantada por la actual monarquia (así, con minúsculas) llega a la paradoja de orientarse al republicanismo. Otros desencantados por la traición de gran parte de la Iglesia cordobesa (esos que apoyaban financieramente a IU, bueno a Rosa Aguilar, para que protegiese sus intereses en Cajasur…) dudan ya de todo. Vamos, que hay que hacer mucha pedagogía para explicarles de nuevo las bellas palabras de Dios, Patria, y Rey. Y esto sólo en Córdoba. En cada sitio habrá otras cuestiones particulares. Y la democracia actual fomenta a los partidos del mínimo común múltiplo, los que pasan de puntillas por los principios.
Pero el problema es el tiempo. Cada vez que pasan las opotunidades el trabajo de pedadogía a emprender es mayor porque se amplía la brecha, y surge el desencanto. ¿Qué hacer? y sobre todo cuando la CTC no se presenta en muchas citas electorales. ¿Realmente teniendo los principios claros se deben temer alianzas, que no fusiones, sobre puntos básicos? ¿No salen siempre vencedores de estas alianzas los que saben a dónde ir, y no olvidan que toda unión de este tipo no debe pasar de ser un punto de partida, un toque de corneta?
Y perdón por hablar desde la «comodidad» de ser un admirador vuestro y no desde el compromiso un militante.
Un saludo.
Estoy de acuerdo con Margarita sevillana. Mientras los Carlistas luchaban y morían en los frentes de batalla, los falangistas de franco desfilaban por las ciudades y sembraban el terror en la población indefensa. Después de la guerra el carlismo fué silenciado y olvidado, después de haberle incautado todas sus propiedades.
Nuestro Rey preso en Dachau y los Carlistas perseguidos por franco. Los libros: ´REQUETES, DE LAS TRINCHERAS AL OLVIDO¨ y RETORNO A LA LEALTAD deben ser nuestros libros de texto. Ni rojos ni azules, solamente Carlistas, aunque el Carlismo muera con nosotros.
Yo, como no podía ser de otro modo, estoy de acuerdo con mis correligionarios. Nada de unificaciones extrañas ni compañeros de viaje que nos puedan querer utilizar para intereses espúreos. El carlismo es, de por sí, suficientemente importante y doctrinalmente sólido como para necesitar «mezcolanzas» extrañas. Lo que tenemos que hacer es dar a conocer nuestra doctrina en la medida de nuestras posibilidades, y ofrecérsela a los demás. Los tiempos del carlismo se acercan a marcha forzada.
Creo que desde la CTC se está actuando correctamente acudiendo a todas aquellas convocatorias en las que se difiende alguno de los «pricipios no negociabes»,pero siempre con nuestros símbolos para que la gente no se confunda ni nos confunda con otros que también acuden para aprovechar el carro y no porque defiendan de verdad esos principios.Y si no aparece en más convocatorias de elecciones es porque como siempre quien manda es poderoso caballero don dinero y la CTC (por si alguién no lo sabe) no recibe ningún tipo de subvención como partido político como otros, nos mantenemos y hacemos todo lo que podemos dentro de nuestras posibilidades (solo cuenta con la ayuda económica de sus afiliados).Estaría bien que todos aquellos que comparten nuestros principios y forma de entender la vida nos ayudaran económicamente.
Como en lo esencial estamos de acuerdo con pequeñísimos matices y como siempre estuvimos SOLOS (tanto cuando mantuvimos alianzas como cuando éstas desaparecieron), hago una reflexión en voz alta: ¿A qué estamos esperando para plantearnos nuestro ideario y nuestra acción como una OBLIGACIÓN y no sólo como una «actividad moral» que desempeñamos en nuestro tiempo libre?. Enrique Barrau, tal y como dice «Carlista» dice que «pasamos las noches en la chimenea, explicando nuestras doctrinas y sin dejar de fomentar el espíritu de la Santa Causa; a eso estamos dedicados todo el día». ¿Qué pasa, que ahora hay calefacción y ya no existen chimeneas ó es que el tiempo que le dedicamos a la Comunión es el que nos sobra en nuestros ratos libres?. Siempre he pensado que nos falta, (en estas cosas siempre falta), formación, formación y formación. Y a mí el primero. Ahora que tenemos abierto el Círculo no tenemos excusas. Seguro que los carlistas de tiempos de Barrau tenían las mismas obligaciones familiares, laborales y profesionales que nosotros, pero buscaban el tiempo A DIARIO para la Comunión. Parece que ahora el sistema de valores ha cambiado. Dejemos de una vez de deshojar la margarita, de regodearnos en nuestras hazañas pasadas y de pensar en Zumalacárregui y formemos a los zumalacárreguis del futuro. Mientras no hagamos eso, estaremos perdiendo el tiempo como la liebre de Esopo. Y el tiempo corre en nuestra contra.
Completamente de acuerdo Trajano. Y reitero mi «comodidad» de simpatizante que no afiliado, porque por desgracia vuestra estructura, por los motivos que sean, es más débil en mi ciudad.
Y como nota te apunto que un banderín que portaba el heroico Tercio de San Rafael y que tras la guerra exponía como ofrenda en la fiesta de nuestro Arcángel (el gran día de Córdoba) yace arrumbiado y olvidado en un arcón de su iglesia, expuesto a que en cualquier momento lo tiren o se lo lleven. Y esto hasta ahora lo han impedido anónimos cordobeses que aún lo recuerdan, y que no tienen lazos con el carlismo…que lo sepan, porque lo mismo lo son sin saberlo.
Un saludo.
Cordubense: Como nosotros no podemos contactar contigo, nos gustaría que contactases tú con nosotros en nuestro correo junta@andaluciacarlista.com. Es sólo para charlar un rato contigo y cambiar impresiones. Muchas gracias.
De acuerdo con todos, y no soy yo quien desee cambiar la historia ni cambiar idearios ni promover «juntamientos» imposibles… peeeero o unimos fuerzas de alguna forma un un partido único de derchas con principios e ideario común para afrontar el futuro (en lo que actualmente queramos o no es esta «democracia») o seguiremos tragando con el bipartidismo vigente, cada vez mas descafeinado, laicista y anti español al que esta sociedad del siglo XXI se está arrodillando.
Posiblemente no llegaremos a foramción alguna y otros si lo hagan, y entonces serán los que tengan la sartén por el mango y nos lamentaremos (otros puede ser un «liga mmusulmana» una ultraizquierda unficada, quien sabe…) .
NO SE COMO NO HAY REACCION. Perdonar por mi insistencia.
Saludos a todos
Buenas tardes. Magnífica página, magníficos posts. Este en particular y los comentarios. Me estáis enganchando…
Por partes: El carlismo entiendo no va a pactar porque cuando lo hizo salió escaldado.
Por otra parte, los «partidos» que se consideran «social patriotas» son una entelequia de siglas, algunas añoradas, que hoy día no tienen representación ninguna, Cuando no conformados por unos cuantos chavales más o menos «asertivos».
Lo que bastante parte de la sociedad demanda (creo) es alguien / algo que coja la Cruz y las enseñas patrias y diga: aquí estamos y allí vamos.
En cuanto al sistema de gobierno, ¿qué importa? Mil veces prefiero una anarquía pacífica a este sistema podrido y a estos políticos denigrantes.
Entiendo, de nuevo, al Carlismo cuando no quiere pactar, pero por otra parte, y con las premisas mencionadas (Cruz y Patria, que tampoco anda muy descaminado del lema Tradicionalista), ¿No sería factible un entendimiento para acabar con el sistema y acordar qué hacemos luego?
Hay en otros sectores gente magnífica, que quizá no sepan que están equivocados. Por ejemplo, entiendo que JOse Antonio Primo de Rivera era a su manera un patriota y un cristiano que escogió la vía fácil de la época (que en el fondo creo él tampoco llegó a entender)..
Para terminar, ¿Qué os parece un acercamiento a AES?
Saludos
Hola, hace unos días entre en la página de AJE, el grupo de de J.L. Corral, y, como esperaba, no me gustó nada lo que ví allí. Los 40 años de Franco sirvieron a muchos para reducir al Carlismo a una boina roja´y, sobre todo para medrar dentro del régimen.
El Carlismo no debe incurrir en los errores del pasado, actualmente está pagando esos errores. Primero: dejar que el franquismo lo fagocitara y que confundiera a la gente de buena voluntad, identificándolo con el franquismo. Segundo: intentar hacer creer a todos los Carlistas que, el Carlismo es izquierda unida.
Del franquismo fuimos víctimas, pero de ir con izquierda unida fuimos culpables. Considero que lo que debe hacer el Carlismo es volver al pasado, retomar nuestras señas de identidad, como el proyecto de Estatuto Catalán de 1.931 o proyecto de Estatuto Vasco, impregnar la política de doctrina social de la Iglesia y, sobre todo, buscar un refernte moral que nos una a todos, incluso con el Partido Carlista. Gracias.