Muchos son los que se quejan de cómo los separatistas suprimen la bandera española allá donde (des)gobiernan. No obstante, ¿creemos que eso sólo pasa en Cataluña y Vascongadas? Pues no, también pasa más cerca de lo que pensamos. En Marinaleda por ejemplo, en la mismita cuenca del Genil. En aquella linda localidad lleva más de tres décadas un tal Sánchez Gordillo, que lo mismo va al “Diario de Patricia” que a La Sexta para demostrar que ni cumple con la ley ni con el deber; decorando su vasto despacho con banderas musulmanas, alguna bandera tricolor de tan triste recuerdo para el pueblo español y un pomposo retrato de Ernesto Guevara fumando un grande y costoso puro. Asimismo, este sujeto no oculta sus simpatías hacia todo grupúsculo terrorista de inspiración comunista y sobre todo, antiespañola. No en vano muchos gritaban aquello de “¡Viva Rusia!” in illo tempore, dejando claro que querían convertirnos en una colonia del imperio soviético. El odio a la Iglesia y el odio a la Hispanidad es lo que les une en una vertiginosa y esquizofrénica onda expansiva que parece arrastrarnos a todos.
Empero, no todo está perdido, por más que quieran Sánchez Gordillo y compañía. El carlismo defiende la vida, y mientras hay vida hay esperanza, y nosotros tenemos rojos y gualdos los corazones que unimos a una borgoñona cruz. Nuestra unión contra su odio, nuestro auténtico pueblo contra su asfixiante tiranía.
Duque de Monte Gordo
Nuestro coraje y orgullo contra sus dobles tintas e hipocresía. El alcalde de Marinaleda representa el más claro ejemplo de como el comunismo puede infiltrarse no como algo ideal, sino como un producto de venta para los más pobres culturalmente hablando.