Que la doctrina liberal es esencialmente atea poca duda admite. No obstante, los liberales, en sus repipis contradicciones, van a intentar servirse de la religión como un elemento exterior “culturalista”. Por eso, no es extraño que los liberales intenten hacerse perdonar leyendo la basura del código Da Vinci y luego sean los primeros empeñados en pasearse por las cofradías en Semana Santa, o en el Rocío, o en cualquier festividad católica, bien relucidos y engominados de cara al público. Es como aquellos que en el siglo XIX se dejaban ver en Misa después de haber subastado en plan compadre fincas desamortizadas acordadas en la logia.
Los liberales nos acusan de querer “politizar a la Iglesia”, es decir, nos pretenden endilgar lo que ellos llevan haciendo desde que manipularon las Cortes de Cádiz. Luego vendrá la “política de sacristía” de los democristianos, que consideran a la democracia revolucionaria como una especie de instrumento sacralizado que durará hasta el fin de los tiempos sin más razón que su iluminismo sectario. Siempre han querido que la Iglesia fuera un instrumento al servicio de su Revolución, por eso nunca dejaron de admirar las “iglesias” nacionales de los protestantes; para encima querer darnos lecciones de “pureza primitiva”.
Como vemos, las modas liberales no son si no estrambóticas síntesis de errores bastante anquilosados. Por la contra, combatir con fe y razón constituye nuestro ser.
Marquês de Almedina
¡Cuanta razón lleva usted señor Marqués! Y yo más que ateo, calificaría a este liberalismo azucarado pero igual de tóxico: indeterminado, oportunista… Y además los cristianos católicos hemos sido también un poco tontos, y en eso, aunque el papa Pablo VI lo hizo bien, en la gracia de Dios Santísimo, los Lefevristas no dejaron de tener cierta razón: en la medida que nuestra Santa Iglesia Católica se rinda ante la sociedad moderna con sus mismas dinámicas y sus mismos defectos, habrá pervertido la religión, cometiendo grave sacrilegio… La Iglesia debe abrazar la Santa Tradición Católica con la visión nueva del futuro (Concilio Vaticano II; a la luz del Santo Padre), no pretender ser gobernanta de liberales cristianillos, que a fin de cuentas, y lo digo con todo respeto, van a hacer lo que «le salgan de los huevos». Ya lo decía el Deuteronomio:
«A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás. No andaréis en pos de dioses ajenos, de los dioses de los pueblos que están en vuestros contornos; porque el Dios celoso, Jehová tu Dios, en medio de ti está; para que no se inflame el furor de Jehová tu Dios contra ti, y te destruya de sobre la tierra.» (DET 6, 13-15)
Y aquí no hay diablo ni masonería que valga. No le echemos la culpa a los conspiradores, sino a nosotros mismos, a nuestros pecados, nuestras sumisiones, respetos humanos y sobre todo imputables idolatrías a los dioses liberales de nuestro tiempo.
Un Abrazo
Querido Neófito: ¿Y qué es el Liberalismo sino la cara amable de la Masonería?. No hay distinción entre el uno y la otra.
El problema no es que la Iglesia se modernice ó no. La Iglesia siempre es moderna porque sus principios son siempre actuales. Son principios eternos, por lo que lo mismo valen para ayer que para mañana.
El problema es la interpretación que los fieles hacen de esos principios. Y cuando se adulteran los principios morales del hombre en su vida pública, éste adultera simultáneamente la forma de interpretar los principios religiosos. No es que Lefêbvre tuviera o no razón. Es que hemos interpretado el Concilio Vaticano de una forma sui-géneris haciéndonos un catolicismo a nuestra medida en función de nuestros gustos. Y ahí es donde el Liberalismo ha estado haciendo su trabajo: haciéndole ver al hombre que su libertad de interpretación es superior a su libertad de acatamiento.
El Liberalismo ha convencido al hombre de que puede interpretar la realidad a su antojo en lugar de aceptarla ó rechazarla tal cual es. La Masonería es una sociedad secreta que sabe que a la luz del día nunca hubiese podido pudrir al hombre. Inventa y pare al Liberalismo que con sus ideas humanoides, (que no humanistas) logra infundir al hombre un sentimiento de teocentrismo en el cuál el hombre va sustituyendo poco a poco a Dios. El hombre se lo va creyendo y organiza la sociedad en torno a él sin tener en cuenta los valores trascendentes tradicionales del Cristianismo y la sociedad se corrompe.
No digas que la Masonería no tiene nada que ver en esto. La Masonería es la madre del Liberalismo y del caos que vivimos en la actualidad. Ha consegudo hacer del hombre un ente cretinoide que está además, encantado de serlo. Y a Dios, que le vayan dando… ¿No tiene tampoco nada que ver el Diablo en esta trama?.
Evidentemente, nosotros tenemos parte indirecta en esa culpa, pero no se puede decir que nosotros seamos el foco del desastre aunque participemos de él.
Quede claro Trajano, que suscribo enteramente lo que dice el Concilio Vaticano II y también todo el tema de la culpabilidad de la Masonería, pero creo, por lo menos así yo lo veo, que la única forma de luchar contra el enemigo liberal, que en verdad podría llamarse luteranismo sin Dios, es reconociendo nuestras propias debilidades y rendiciones ante esta conquista de las libertades abstractas inexistentes, porque podríamos ver esta situación, no solo como la oportunidad de defender la Sagrada Cruz de Cristo, sino la oportunidad de depurar los errores que a medida de los años, la Iglesia y los cristianos han ido acumulando por causa humana, debido a la vejez que ha alcanzado, no el mensaje sino la forma de transmitir el evangelio.
Pero, es justo romper con todo lo anterior como hicieron todos después del Concilio. Es bueno que se desprecie a Santo Tomás al Concilio de Trento, por parte de la jerarquía liberal que se asomo por la ventana del balcón del Magisterio de la Iglesia. Es como dijo Pablo VI: «El humo de Satanás a entrado en la Iglesia»; pero todo los liberalillos han hecho caso omiso de sus advertencias.
Para el liberalismo, ha sido una suerte que el Concilio Vaticano II fuera malinterpretado, pues así, han dado pie a la fe a la carta y sobre todo, han dado pie al derrotismo de los cristianos católicos de bien, sometidos a la Autoridad del Magisterio de la Iglesia y a la Voluntad de Dios, y por lo tanto, hemos contribuido directamente con nuestro derrotismo al relajamiento moral de la sociedad contemporánea. Por que como dijo sabiamente Albert Einstein: «El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad»
Un Saludo
El Vaticano II fue la señal para una voladura interna de la Iglesia, que además ha tenido bastante éxito aparente. Tras los pontificados nefastos de Juan XXIII y Pablo VI, mucho peores que Alejandro VI o León X, la Iglesia quedó patas arriba y con un descontrol litúrgico, disciplinario y teológico aterrador. Baste como ejemplo con el caso de la Compañía de Jesús que, bajo la égida de Arrupe, se convirtió en una «pepinière» de guerrilleros marxistas y de impugnadores de la cátedra de Pedro.
Masones fueron Calvi, Sindona y los demás forajidos del escándalo del Ambrosiano, todos ellos protegidos de Pablo VI y de su guardaespaldas y factotum Paul Marczinkus. Lo de Ecône, por mucha comprensión que sintamos por Mr Lefebvre, fue otra piedra de escándalo, en este caso excusable.
Afortunadamente, el cardenal Ratzinger (hoy Papa felizmente reinante) puso orden en aquellos establos de Augías: le llevó treinta años la tarea, eso nos da la clave de la entidad del daño en la Nave de Pedro. Por eso le odian a muerte. La portada de ayer de «Público» no tenía desperdicio. Basta con que se anuncie su visita para que «El País» saque a su «teólogo de guardia» a despotricar contra el Papa desde su cheka mediática.
Los daños aún están a la vista y tardarán muchos años en restaurarse. Pero aquello tuvo sus ventajas: los que encabezaron aquella sedición hoy están olvidados y lejos de la Iglesia, que, en ese aspecto está bastante purificada. Ahora, entre les mieses hay mucha menos cizaña.
Por cierto, habría que realizar un día un estudio sobre los efectos devastadores de aquel concilio en el Carlismo. Fueron sus teólogos los que envenenaron a la Casa de Parma y la llevaron a la triste deriva en la que hoy se halla su rama primogénita.
En cuanto a los liberales: palo, palo y palo. Doscientos años de razones no han servido para nada.
Santa intransigencia.
Perdona, Karraskaintxo, pero yo por Monseñor Lefèbvre no siento comprensión ninguna. En su día se apartó del Magisterio de la Iglesia Católica y eso sólo lo califica. De hecho ahora es cuando están empezando a volver, poco a poco, los lefébvristas al redil. Si algo ha caracterizado a los carlistas es su absoluto sometimiento al Papa y si con ello hay que acatar el Concilio Vaticano II, se acata y punto. Distinto es la malinterpretación que parte de la Iglesia, (obispos, sacerdotes y seglares), han hecho del Concilio. Por cierto, no has hecho mención de que si el Cardenal Ratzinger estuvo al frente durante treinta años de lo que antiguamente se llamó la «Santa Inquisición» fué porque Juan Pablo II allí lo puso. Y no te olvides de que Juan Pablo II fué uno de los principales valedores del Concilio Vaticano II.
Querido Trajano:
Te doy toda la razón, pero con Monseñor Lefebvre me pasa lo mismo que con Cabrera. Mientras fue de los buenos, fue el mejor. Hasta que se metió de hoz y coz en el cisma me caía simpático, mucho.
La doctrina del Vaticano II es irrenunciable. También la de Trento.
Otra cosa son la disciplina eclesial y las zahurdas de la Curia. Recemos para que el buen Papa Benedicto (teólogo en el Vaticano II, afortunadamente dotado de sana y excelente razón) nos dure varios decenios y aplique un fuerte cauterio. Va a ser uno de los más grandes papas de la Historia. Ya lo es, como Pío IX .
Pero el daño ahí está, y no se ha extirpado del todo. Basta con ver lo que se hace en la católica Viena a manos de su cardenal.
Abrazos.
Oye, Marqués: tú también eres duque de algo, aquí, en Portugal, verdad?
Sabes, es que siendo yo de una gran liberalidad prodigando títulos ya no me acuerdo cuál el ducado que te he dado.
Respecto al nudo de tu texto: en el blanco, Antonio, como siempre!