Quisiera compartir un texto con todos los lectores de este blog. Lo escribió, en la primavera de 1932 y en las páginas del periódico tradicionalista “El Observador”, don Manuel Fal Conde bajo el pseudónimo de A.C. Buche. El artículo está enmarcado en el contexto de la persecución religiosa por parte de los poderes republicanos, de la legislación restrictiva a la práctica pública de la fe católica, de la retirada de crucifijos en las aulas de las escuelas… de todo eso que en los años treinta hizo la República y que hoy se empeña en repetir, en una nueva intentona, el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero.
En medio de esa situación de persecución a la fe, de laicismo anticatólico, muchas cofradías sevillanas amenazaron con no salir a la calle en Semana Santa, en protesta por las persecuciones que desde el Poder público se hacía contra la Religión verdadera. El Ayuntamiento de entonces, viendo el terremoto que esto produciría, se guardaba sus “principios” en el bolsillo y pedía a las cofradías que saliesen, ofreciendo suculentas subvenciones a cambio. Los mismos que aprobaban legislaciones contra la Religión Católica, que pretendían prohibir la exhibición de símbolos religiosos en los lugares públicos, pedían imágenes de Cristo, y de la Santísima Virgen, por las calles de Sevilla.
La situación hoy es exactamente igual. La misma chusma que pretende arrinconarnos a los católicos dentro de los templos y negarnos el derecho a que los símbolos del Amor y la Verdad sean ostentados de forma pública, quiere compadrear con las cofradías, pretende comprarlas, con las mismas treinta monedas con las que Judas vendió al Maestro.
Parece mentira, pero un artículo escrito hace la friolera de setenta y ocho años está plenamente de actualidad. Confiando en que las cofradías de hoy sabrán mantenerse firmes como es su deber y como hicieron sus mayores, recomiendo esta lectura.
“¿Y de Semana Santa, que? Las monedas de Judas
Está sobre el tapete la cuestión. Ya llego la hora. Vamos a ver qué pasa. Pero conviene que veamos antes lo que debe pasar.
Laico el Estado, laico el Ayuntamiento, laicos todos los poderes, impedidos los funcionarios públicos de asistir a actos de culto, lo natural, lo lógico, es que nos dejaran en paz a los católicos; que, pues, si ni entienden ni quieren entender de lo que es el culto católico, no se metieran en lo que nos les importa y dejaran el culto católico para los que no piensan como ellos.
Pero Sevilla, católica, piadosa y amante fervorosa de los soberanos misterios de la Pasión de Cristo, realizo en el transcurso de su historia y con el fervor religioso de sus hijos, ese prodigio de fe y arte que se llama en el mundo la Semana Santa sevillana. Y por ella y para ella se han congregado cada año en esta capital cuantos turistas dio a Europa Norteamérica y cuanto inglés adinerado tuvo curiosidad de salir a viajar y ver cosas dignas de admiración.
Hubiera seguido perpetuamente la Semana Santa sevillana luciendo al sol sus mantos o dando envidia a las sombras de la madrugada del Viernes Santo, por su recogimiento, si el Poder público no hubiera dicho con sus obras y con sus disposiciones que todo eso es mentira; que no hay Dios o son dignos de igual trato el Dios verdadero y único y los dioses falsos de cualquier religión; que merecen igual trato el culto verdadero y santo y los cultos disparatados de las sectas; que el niño debe educarse fuera del amor del Crucificado, dentro de la pestilencia de la coeducación; que la familia puede legalmente constituirse sin el vínculo sacramental, y que no pueden vivir en España ciertas Ordenes que ensenaban y en grado eminente practicaban esa fe, ese culto y esas virtudes de nuestra Religión.
-Todos los conventos y todas las iglesias de España no valen lo que la vida de un republicano -dijo un ministro para justificar la pasividad vergonzosa del Poder público ante la quema de los templos.
Pero sin Semana Santa, faltan al Ayuntamiento ingresos cuantiosos, al comercio pingües ganancias y a la ciudad su tradicional e insuperable fiesta anual. Y aquí tenemos a las representaciones de ese mismo Poder, que ya no es laico, o hace como si no lo fuera, que ya no prohíbe el culto público fuera de los templos, que ya no se para en la prohibición constitucional de subvencionar a cultos determinados y que olvidando su política de continuo y duro ataque a nuestra fe, nos pide que saquemos las imágenes de nuestros amores a la calle para atracción de turistas, utilidad de comerciantes y provecho del Municipio.
Antes de pensar si las cofradías deben o no salir, lo primero que se ocurre es que las autoridades no han debido pretender lo que pretenden, intentar lo que intentan, gestionar lo que gestionan.
Nuestra enhorabuena a los Sres. Sarasúa y Filpo por su defensa de los fueros de nuestra fe santa, tantas veces ultrajada; nuestra enhorabuena a todos los que en la reunión del viernes han puesto las cosas en su punto.
La Semana Santa sevillana es acto de fe o es una superstición. Salgan en mal hora aquellas cofradías que sean tenidas por sus hermanos como mera mascarada; reciban esos Hermanos mayores las treinta monedas precio de la venta de Cristo, para que en las calles sean o no veneradas y respetadas, para que sirvan a las autoridades, no de ocasión de dar a Dios culto verdadero y rendirle el acatamiento de su autoridad, sino de festejo saca-perras, espectáculo popular o exhibición de figuras de arte y mascarones con capirotes.
Los católicos, los hermanos de verdad, los que aman y sienten la Semana Santa, esos no pueden vender a Cristo, y delante del Sanedrín, si delante del Sanedrín se les pone, tendrán que contestar: "No podemos salir del brazo de un Poder que desprecia nuestra fe, ultraja nuestros amores mas caros, destierra a nuestros Obispos, atenta a nuestras Órdenes religiosas, quiere invadir las conciencias de nuestros hijos, prostituir nuestro hogar, cerrar nuestros templos, y dejar quemar nuestras imágenes".
Aquí no hay cuestión de régimen ni de política. Si eso se nos arguye, no por eso hemos de abandonar convicciones muy profundas. Aquí no hay boicot a la República: lo que hay aquí es un grito de protesta y de indignación contra el intento de prostituir nuestro culto piadoso, espiritual y santo."
Desgraciadamente, la Historia se repite en muchos asuntos «internos» de las hermandades. Subvencionadas y prebendadas en muchas ocasiones, la gran mayoría de sus miembros de Juntas de Gobierno se sienten amordazados a la hora de ejercer como católicos en la calle. Limitan su ejercicio de cofrade a los cultos internos y a la estación de penitencia cuando las hermandades de Sevilla podrían ejercer un poder fáctico realmente importante en el día a día de la sociedad sevillana.
Ello se debe, fundamentalmente, a la falta de preparación religiosa de muchos de los que ostentan cargos en esas Juntas de Gobierno.
Es una pena, pero casi 50.000 nazarenos en la calle son un número bastante considerable como para hacerse ver tambien en otros tipos de asuntos que afectan a la vida de la ciudad, pero para eso están «desaparecidos en combate». Si el humo del infierno llegó a entrar en su día en el Vaticano, como dijo Pablo VI, también ese humo ha entrado en cierta medida en algunas hermandades, y sé bien de lo que hablo.
En las Juntas de Gobierno son fundamentales las Diputaciones de Juventud, de Formación y de Caridad, pero tristemente, para muchos cofrades esos son cargos de segunda fila cuando son aspectos importantísimos en la vida de las hermandades. Es el problema de los «católicos tibios».
Lo peor es que una gran parte de los cofrades con responsabilidades en sus hermandades, piensan en liberal, piensan en moderno (no en vano llevan escuchando progreríos de los curas un montón de años, y se han formado en colegios religiosos en los que el modernismo ha hecho mucha mella) y por eso no están por la labor de que las cofradías hagan oír su voz, inequívoca, como asociaciones de fieles católicos.
Piensan (en el mejor de los casos) que basta con el «testimonio» dentro de los templos y con el simple testimonio de las procesiones, cuando el poder se empeña en desnaturalizar el sentido de lo que son has hermandades y cofradías. En el mejor de los casos, digo, muchos cofrades creen que la «política» es para otros, y que los cofrades estamos sólo para rezar en la iglesia. Liberalismo puro y duro al fin y al cabo, y que contradice el magisterio secular de la Iglesia en temas sociales.
Una verdadera lástima, pero vuelvo a apuntar que los responsables primeros de esto han sido los curas, y los obispos, que han estado encantados (y llevan siglos) compadreando con el poder, e inoculando el veneno del progresismo entre los fieles, y por supuesto entre los cofrades.
Totalmente. Lo que no consiguieron los de siempre en los años 30 del siglo XX lo han conseguido ahora y por los factores que apuntáis, tanto por las mismas cofradías que a ello se prestan como por la propia jerarquía eclesiástica, quizá más culpable. Recuerdo a un conocido que se molestó conmigo porque le dije qué…pintaba con un cargo -por pequeño que sea- en una hermandad si él no era creyente…..Claro que si por otra parte el cura de la hermandad, pongamos por caso, se toma el tema en serio y le dice a cada elemento de estos que se toma la Semana Santa como un paganismo engominado que se vaya allí donde dijimos, ya es un intolerante integrista y se le hace la guerra desde todas las instancias, los liberales primero.
Tiempos difíciles….