En Sevilla eso del aparcamiento está como el tráfico: De regular para atrás. ¿Qué tiene un familiar enfermo en el hospital de la Macarena? Dos opciones: O se rasca bien el bolsillo en lo que llaman parking (Maldito anglicismo innecesario), o se parte los sesos buscando un huequecillo por el barrio. Si se escoge la segunda opción, no vaya a pensar que le va a salir gratis: Le espera un gorrilla. Los gorrillas también saben redondear y han pasado de los veinte duros al euro. Si uno no le da el euro de rigor, lo menos que puede pasar es que el coche sea rallado.
En Sevilla hay poquísimo aparcamiento, y nos encontramos con este impuesto revolucionario.
¿Cómo lo soluciona el Frente Popular de Monteseirín y Torrijos? Pues o bien zona azul o bien el vobis de turno. El vobis es el gorrilla puesto por el ayuntamiento, el gorrilla a secas va con menos papeles que una liebre. ¿Que usted se niega a pagar? Aténgase a la multa. El gorrilla pasa de la burocracia, los otros quizá son más educaditos. Pero el denominador común es el robo institucionalizado que todos aceptamos sin rechistar y hasta con una sonrisa si hace falta.
Apúntense bien la máxima progre (De izquierda a derecha y viceversa) por excelencia: Todo es relativo menos lo que piense yo, y lo mío es mío y lo suyo lo reparte. O mejor: Lo mío es mío y lo suyo también.
Marquês de Almedina
Desde que Sevilla ha dejado de ser Sevilla para convertirse en «la ciudad de las personas», moverse por ella es un auténtico infierno para las propias personas.
Como el alcalde llega con su coche oficial hasta la misma puerta del Ayuntamiento, supongo (por analogía), que será más persona que las personas que no pueden llegar con sus vehículos hasta sus casas o hasta sus puestos de trabajo. Quizás también las personas sólo sean personas durante los 45 minutos en que las dejan entrar al centro de la ciudad con sus vehículos. En Sevilla, ser persona o no ser persona radica tan solo en usar las bicicletas «maoistas» que ha puesto el Alcalde, (supongo que por indicación del «de la pipa» por aquello del régimen comunista), de manera que el que no las usa, es menos persona que los demás. Para colmo, los «bovis» se creen que son un nuevo cuerpo de policía encargado de vigilar la condición de personas de los que entran en sus vehículos al centro de la ciudad. Además, si las «bicicletas maoistas» se salen de sus carriles bici, no pasa nada porque van conducidas por personas, pero si una persona transita por un carril bici, la multan con 70 euros. Sevilla se ha convertido, más que en la ciudad de las personas, en la ciudad gobernada por una caterva de «personajes». Y vaya «personajes»…
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Trajano: ¿Y antes de ser la «ciudad de las personas», qué era Sevilla antes?
Si eres «uno que sabe», deberías de saberlo, ¿no?