Anda el Ayuntamiento gaditano embebido en los actos de conmemoración del bicentenario de la Constitución de 1812. Conciertos, exposiciones y otros actos culturales de diverso tipo constituyen el programa de esta efemérides, aunque no se sepa a ciencia cierta qué beneficios concretos va a traer esta celebración a Cádiz o a su Bahía. Y no, no nos vale la construcción del segundo puente, una necesidad que ya se había hecho perentoria y que en modo alguno requería estar vinculada a estos actos. Con o sin conmemoración de “la Pepa”, el segundo puente había que abordarlo desde hacía mucho tiempo.
El bicentenario de la Constitución de 1812 se ha proyectado para Cádiz buscando un efecto balsámico. El fervor del gaditano medio por “la Pepa” es hoy igual que el que tenía el pueblo de Cádiz en 1812. Porque se nos vende la Constitución como un logro colectivo del pueblo gaditano, cuando la realidad es que los gaditanos que participaron en aquellas Cortes eran una ínfima minoría. Porque, y esto es un hecho, los gaditanos en aquellos años estaban preocupados por defender la Patria del invasor francés, lo que raramente significaba entonces comulgar con las ideas liberales que precisamente nos introdujo ese invasor. Porque la Constitución de 1812 fue redactada y aprobada por una minoría ideológicamente afrancesada, aprovechando las gravísimas circunstancias que vivía España, y sin apenas concurso de los españoles que querían una reforma dentro de la Tradición española, y no un texto revolucionario y rupturista, como el que resultó de aquellas Cortes. Españoles que no pudieron estar en Cádiz por mor de la invasión napoleónica.
Dejando a un lado ahora las consecuencias de la promulgación de aquella Constitución -entre ellas la concepción centralista y jacobina del Estado y la lógica reacción, aprovechada por elementos liberales, en los territorios ultramarinos de la Monarquía, que desembocaría en la independencia de tantos pueblos españoles de América- el texto constitucional se vendió entonces como un gran triunfo. Una labor de propaganda imponente, que hoy se quiere reeditar con ocasión del Bicentenario, efemérides, como hemos comentado, con efecto balsámico.
Y es que parece resultar eficaz contarnos a los gaditanos lo “importantes” que somos porque hace dos siglos un grupo de foráneos promulgó una Constitución en nuestra tierra, para que así nos olvidemos de otras cosas. Cosas como que seguimos estando a la cabeza del paro en España, que Astilleros es cada día que pasa más inviable, que nuestros hijos se tienen que ir a buscar el pan fuera de nuestro suelo, que Cádiz se está convirtiendo en una ciudad fantasma, sólo para visitantes de fin de semana… ¿Pero quién quiere trabajo y prosperidad si podemos celebrar que hace doscientos años se promulgó aquí una Constitución que le quitaba la soberanía a Dios para dársela al “pueblo”? ¿Es que todo ese dineral que se están gastando en los ideologizados actos del Bicentenario no podría emplearse en fomentar la creación de pequeñas y medianas empresas, en impulsar la I+D en la Bahía… en resumen, en iniciativas productivas y que generen esperanza en un futuro mejor?
No sabemos si alguien se habrá tragado el cuento que nos quiere vender nuestro Ayuntamiento. Ese que dice que el 2012 va a ser el Bálsamo de Fierabrás que nos va a quitar todas las dolencias que sufrimos. Nosotros, por supuesto, no nos lo tragamos. Porque lo que queremos, en lugar de rememoraciones de Constituciones muertas, son soluciones para nuestro futuro, y el de nuestros hijos y nietos.
No, no sentimos ningún fervor por la Constitución de 1812. Nuestra patrona no es la Pepa”, sino la Virgen del Rosario, a la que sí nos encomendamos, para que nos libre de tanto gobernante inútil y manipulador.
Un observador desde el mar.
Desgraciadamente, los gobiernos centralistas liberales siempre han tratado a Andalucía como al «patito feo» de las regiones españolas. El tópico del andaluz inculto, la «Andalucía negra» y el caciquismo rural persigue a los hijos de esta tierra como un fantasma del que es imposible zafarse. Una tierra que dió emperadores romanos, que fué puerto y puerta de las Indias y cuyos hijos poblaron la América hispana, que ha sido siempre el granero de España y cuna de los mejores escritores de nuestra Patria no se merece que la traten como a la prostituta graciosa que divierte a los que «bajan» al olor del «pescaito frito», los toros en Feria y las playas en verano.
Esta conmemoración es el caramelito que quieren darnos a los andaluces en general y a los gaditanos en particular como premio a nuestras «gracias». ¡¡Como si España no hubiese existido antes de 1.812!!.
Gentuza es quien propaga esta celebración, pero más gentuza será quien quiera participar de ella. Esta Constitución fué el principio del declive de la esencia de España. La llamaron «la Pepa». ¡Qué graciosos son estos andaluces!. Para estos «premios», maldita la gracia que os hacemos…
En el I Centenerio, en 1.912 los carlistas andaluces (pocos pero existian)a traves de su Jefe Regional de Andalucia D. José Diez de la Cortina, sufragaron e inaguraron un monumento en Marchena con el busto en bronce del Padre Alvarado, fraile dominíco y teólogo, en homenaje del campeon de la España tradicional que luchó con su pluma en las Cortes de Cadiz contra «la Pepa» en 1812 y que era natural de Marchena. Fue inagurado con Misa Pontifical por el Cardenal,y hubo actos politicos y culturales durante unos dias.
Este monumento pervive hoy día, quizá por desconocimiento, pero ya en tiempos de la II Republica estuvo a punto de demolerse, salvado al ser obra del gran escultor Coullalt Valera, tambien hijo de Marchena.
Merece una visita en su centenerio
Creo que si se sabe exáctamente donde está ubicado el monumento al Padre Alvarado en Marchena y si, efectivamente, su biografía es digna de ello; se podría rememorar ese homenaje con algún acto organizado por la C.T.C. en la fecha en que los liberales celebren el bicentenario de la nefasta Constitución de 1.812.
Estoy de acuerdo. Nombres como el del Padre Marchena, Fray Fernando de Cevallos, Fray Francisco de Alvarado «el Filósofo Rancio», el Beato Fray Diego José de Cádiz o Fray Rafael Vélez, antes incluso de la Constitución de 1812, son hombres andaluces que dejaron sentada sana doctrina tradicionalista frente a las ideas extranjeras. Son tesoros que tendríamos que recuperar, con actos de homenaje, con difusión de sus escritos… del modo en que se pueda.
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