Al hilo de esta entrada en la que se rescata un texto de 1838 que contradice bien a las claras el “axioma”, construido por el liberalismo triunfante, que viene a decir que en Andalucía el primer Carlismo no tuvo éxito por una supuesta identificación masiva del pueblo andaluz con las ideas liberales, nos proponemos aquí rescatar algunos retazos que irán poniendo en su sitio las cosas tal y como objetivamente han sido.
Retazos históricos que desmontarán el mito de la adhesión mayoritaria de los andaluces al liberalismo y que, por eso, no triunfó aquí el levantamiento carlista en la década de 1830. Ese mismo mito que es incapaz de explicar por qué en 1936 nuestra región aportó miles de hombres a la Guerra encuadrados en el Requeté, un siglo después de ese primer fracaso de insurrección tradicionalista.
Para comenzar nos fijamos en esta ocasión en la visión de dos autores liberales, Francisco Díaz de Morales y Antonio Pirala, que nos hablan sobre la expedición del General Gómez, -concretamente de su entrada en Córdoba- y el perfil social del apoyo que tenía el Carlismo en Andalucía:.
Francisco Díaz Morales, autor de “Sucesos de Córdoba en fines de septiembre y principios de octubre del año próximo pasado al ocuparla militarmente Gómez con su facción y relación oficial de ellos” nos cuenta que “la fuerza de Gómez se componía de doce batallones muy numerosos y organizados; ocho escuadrones con dos piezas de artillería ligera, aumentada aquella fuerza con todos los bandidos de “orejita”, “Palillos”, etc. Y una chusma inmensa de facciosos recogidos al paso, a los cuales se agregaba el numeroso populacho cordobés”.
Por su parte, Antonio Pirala, quien escribiera “Historia de la Guerra Civil y de los partidos liberal y carlista” nos relata que “la ascendencia levítica del populacho” lo predisponía al pillaje y el “carácter ignorante del mismo”, lo hace “intolerante feroz y sanguinario” y por lo tanto lo “convierte en el brazo ejecutor del partido teocrático”.
Para que nos entendamos, el “populacho”, “intolerante, feroz y sanguinario”, era afecto al “partido teocrático”, y cuando el General Gómez entró en Córdoba se le iban uniendo por el camino no sólo los jefes de las partidas combatientes carlistas con sus respectivos hombres, a los que sus enemigos no dudan en tildar de “bandidos”, así como “una chusma inmensa de facciosos recogidos al paso”, sino que, para colmo, se le sumó “el numeroso populacho cordobés”.
Lo que traducido a lenguaje objetivo, sin las cargas peyorativas y partidistas, resulta que el pueblo sencillo y llano, en gran número, se iba uniendo a la expedición del General Gómez según iba llegando con sus fuerzas liberadoras, y que en Córdoba,el grueso del pueblo (populacho lo llaman los liberales) recibió la llegada de los Carlistas como agua de mayo.
Para tratarse de una región liberal, donde el Carlismo fue recibido con casi total indiferencia, resultan un tanto extrañas estas crónicas sobre el tradicionalismo andaluz ¿verdad?
Continuaremos, Dios mediante.
La propaganda subversiva nació con la implantación del sistema liberal. Esa propaganda subversiva no dudaba, (ni duda en la actualidad), en tergiversar la realidad a su antojo para, así, crear un estado de opinión oficial adueñandose del verdadero estado de opinión general. De esa forma se destruye la opinión del pueblo, se «instruye» al indeciso y se asienta un parecer artificial generalizado.
Lo mismo pasó con los levantamientos carlistas, los movimientos feministas de principios del siglo XX y con los pensamientos políticos de la pasada «Trancisión» de los años 70. Lo mismo pasa hoy con el control de los medios de información «oficiales». ¿Por qué, si no, la batalla que tienen por atentar contra medios medianamente objetivos, (en algunos casos), como por ejemplo «Intereconomía»?. La propaganda depende del dinero en gran medida y, por desgracia, el dinero está con ellos.