Nacionalismo y tradición, incompatibles

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Hemos asistido estos días a un lamentable espectáculo, el intento de ruptura secesionista con su Historia, Tradición y esencia. Filosóficamente, los intentos de acabar con la propia esencia a parte de estériles en lo ontológico, constituyen un espectáculo ridículo.

El origen de estos siniestros intentos es una idea ajena a la Tradición Hispana y por tanto, a la doctrina católica. Participan del mismo error ontológico que Bodino, suponen que el concepto de soberanía se puede o bien compartir con Dios (los democristianos) o simplimente arrebatárselo. Pero claro, el concepto de soberanía implica un poder sin límites y traba alguna. Es obvio que este poder existe en la naturaleza, pero sólo le pertence a Dios. Si fuese verdad que se puede compartir estaríamos ante una contradicción en caso de choque de intereses (dado que ambos poseerían el poder soberano). Pero como en el orden natural no hay contradicciones, llegamos a la conclusión de que la soberanía pertenece a Dios, y sólo a Dios. Las pretensiones de arrebato de dicho poder a Dios constituye una ofensa grave y por tanto, la constitución de un humus ajeno al bien social, que es orientar a la sociedad hacia la ley natural (1).
Pero no seré sólo yo quien pregone estas verdades, sino que me serviré del santo Doctor. Santo Tomás afirma que la sedición constituye un pecado grave puesto que se opone a la justicia, al bien común y a la unidad del reino (2).
Pero entre los crímenes mas atroces del separatismo, hay uno que resalta por su maldad. La destrucción de la Tradición Hispana. Y es que para que Cataluña cumpliese el divino plan de integración en la Hispanidad, gran cantidad de hombres han derramado su sangre, gran cantidad de sacerdotes han implorado las gracias necesarias y gran cantidad de reyes han permanecido años sin descanso. Y no sólo eso, sino que también hay que fijarse en los divinos frutos: la Evangelización de la mitad del orbe, la purificación de la fe en las Españas, la traída al mundo de gran cantidad de vocaciones y la lucha contra los enemigos de Dios y de su Iglesia.
Por tanto, una generación perversa y adúltera no tiene derecho a destruir todo lo que se les ha dado, porque también vendrán mas catalanes tras ellos. Y en esos catalanes en potencia también pensaban todos aquellos que, cada uno en su lugar, ofrecieron tanto sacrificio por Dios y por España
Un católico perplejo
(1) De Regno, Tomás de Aquino, cap VII
(2) Suma Teológica, Tomás de Aquino (II-II, q.42, a.2)

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